Como se trata de gestionar la ruina, los programas de los partidos son más importantes que nunca. Medidas concretas, propuestas realistas, diferentes a las ya utilizadas, que no han servido. Pero, además de programas hay que hablar de ideas. Los líderes políticos españoles y europeos andan perdidos sin saber cuál es el rumbo, y las medidas urgentes de hoy no sirven, porque cada día la terca realidad destroza los parches. Hace falta más Europa y menos localismos, más control, pero nadie quiere renunciar a su pequeña parcela de poder, nadie quiere la transparencia. El 20N podemos mandar a casa a los que están -su balance no puede ser peor- y dar un cheque en blanco a los otros, pero la confianza en el futuro es tan inestable como la situación que heredan.
Por eso, tan importantes como las medidas son la filosofía, los principios, la honestidad, las ideas. Esta sociedad ha apostado tanto por el corto plazo, que no tiene perspectiva de futuro. Y lo peor es que nos hemos acostumbrando a eso y no sólo en la política. Una noticia dura en las portadas de los periódicos o en el interés de los lectores apenas unas horas o unos días. Inmediatamente deja de interesar y es sustituida por otra que sufre el mismo proceso. Los políticos queman el dato de hoy o lo proclaman, conscientes de que el siguiente será diferente y de que no hay memoria histórica ni en los medios ni en la sociedad.
Un excelente reportaje de Jacobo Muñoz en El Cultural sobre los nuevos filósofos nos devuelve, me temo que sólo por un rato, a la importancia de la filosofía en la vida. Dice Muñoz que nos falta «dimensión reflexiva», tal vez porque el presente está gobernado por «una noción de temporalidad, marcada por las ideas de progreso, desarrollo y revolución, con la consiguiente tiranía de la inmediatez». Esa tiranía es lo peor que nos puede pasar. Nadie piensa en el futuro. Es la cultura kleenex de «usar y tirar». Los jóvenes no tienen perspectiva de empleo, de emancipación, de construir un futuro y los mayores dudan sobre su supervivencia. Nadie emprende nada. Los políticos apuestan al cortoplacismo, bien porque saben que van a perder, bien porque aunque ganen por goleada no hay recetas mágicas y tendrán que llamar al sacrificio colectivo.
Dos de esos nuevos jóvenes filósofos apuntan algunas ideas para reflexionar. José Sánchez Tortosa dice que «el problema es que debido a la ausencia de un sistema de instrucción pública digno de tal nombre, la masa de la población condenada a la escuela pública está sin defensas intelectuales y a expensas de la propaganda más hábil». Lo estamos padeciendo. Rocío Orsi, profesora en la Carlos III, añade que «la crisis que sufrimos es también de ideas: hemos estado sumidos en un autoengaño colectivo insidioso e impertinente». Tal vez solo la filosofía, la reflexión sobre las ideas pueda salvarnos de la crisis.
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Francisco Muro de Iscar