El cacareado y esperado debate por la acorazada mediática socialista entre Rubalcaba y Rajoy, se supone que como punto de partida en el cambio de tendencia de las encuestas, no tuvo lugar. No hubo debate. Lo que hubo fue una mezcla de reconocimiento de Rajoy como Presidente del Gobierno por parte de Rubalcaba con, incluso, la primera sesión de Control del Gobierno por parte de la oposición que ya lidera RbCb, con una especie de pacto de no agresión entre ambos para no hablar de corrupción, por ejemplo, o de cómo se va a resolver el problema final de ETA, por poner otro.
Si el debate lo subiésemos a un ring virtual y lo comparásemos con un combate de boxeo, la crónica que habría que hacer es que, en lugar de pelear dos aspirantes al título, pelearon el campeón (Rajoy) contra el challenger (Rubalcaba) y que, ante la superioridad del campeón, el aspirante se dedicó a trabar el combate para intentar para la lluvia de golpes que se le venía encima y no perder por K.O.
A mí, Rubalcaba me dio pena. Mucha pena. Y es que es muy difícil intentar defender una gestión tan nefasta como la Zapatero -del que fue vicepresidente- e intentar salir airoso. Y me dio pena por su contradicción permanente. Lleva seis meses diciendo que el PP no tiene programa y se lo sabía de memoria. Y me dio mucha más pena ver cómo en lugar de debatir sobre ideas y programa, se pasó todo el debate entrevistando a Rajoy y, como si fuese un viejo periodista, repreguntando con insidias y suposiciones. Es más, en algún momento, dio la sensación que pensaba en aquello de ¿qué hace un tipo como yo en un sitio como éste?
¿Quién ganó el debate?
Nadie. No hubo debate. No lo ganó nadie. 83 millones de pesetas tirados a la basura o a mayor gloria de la fantasmagórica Academia de Televisión.
Y lo peor es que Rubalcaba, para la inmensa mayoría de los españoles, dejó de ser ese político inteligente y de gran talla que se le suponía. Y eso le costará votos.
Pinocchio