No hubo lugar para hablar de la corrupción y del fraude fiscal en el debate. Rubalcaba y Rajoy dieron y dieron vueltas alrededor del futuro de las diputaciones -tema, apasionante, sin duda, pese a que según el CIS no aparece entre las preocupaciones de los españoles-, pero, como digo, no encontraron un minuto para hablar de esas dos lacras que lastran la vida política y la situación económica nacional.
Acerca del fraude fiscal se han llegado a dar cifras: alrededor del 20% de la riqueza nacional. Gibraltar, Suiza, Jersey, Liechtenstein, Panamá, Hong Kong, Andorra, etc son algunos de los paraísos fiscales hacia los que se sabe que van a parar los capitales evadidos. La Agencia Tributaria hace lo que puede pero llega a dónde llega, y, en saliendo fuera de España, sus inspectores tropiezan con barreras que sólo la gestión política o la acción judicial podría ayudarles a franquear.
En éstos tiempos de recortes de derechos y de las prestaciones que aparejan (pensiones, sueldos de funcionarios, etc), lo menos que cabía esperar de los candidatos era que concretaran y comprometieran algún tipo de medida para cortar la sangría de dineros y el escándalo social que apareja la evasión fiscal.
Y, ¡qué decir de la corrupción¡, tercer asiento de las preocupaciones de los ciudadanos según el último barómetro del CIS. En el debate, nada de nada. Se diría que los equipos de asesores de Rubalcaba y de Rajoy habían llegado a un pacto. Algo así como el viejo chiste del dentista y el paciente. «Supongo doctor que Ud y yo, nos vamos a llevar bien…» . Si el vuestro habla del «caso Gürtel», el nuestro hablará del «caso Campeón». «Sí me sacas lo de Camps yo te saco lo de Blanco». El resultado, ya lo conocen: silencio sobre la corrupción. No hubo debate. Una pena porque después, en los mítines, a todos se les llena la boca hablando de la regeneración de la vida pública. ¡Qué país!
Fermín Bocos