Que Iñaki Urdangarín no esté imputado todavía, no quiere decir que no pueda estarlo en los próximos días si se confirman las sospechas de la Fiscalía Anticorrupción, que le acusa de haberse apropiado de fondos públicos, prevaricación, falsedad documental y fraude a la Administración.
Un asunto que, de probarse, pondría en una situación muy difícil no solo a los Duques de Palma, también a la Familia Real, por tratarse de una persona que desde que conoció a la Infanta Cristina ha contado con el cariño y el respeto de la gente, pero muy especialmente del Rey Juan Carlos, que algo de lo que está ocurriendo debía intuir cuando les dio permiso para que se fueran a vivir a Washington.
Un traslado que justificaron alegando que se debía a los compromisos laborares del duque, a quien habían ascendido a consejero y presidente de la Comisión de Asuntos Públicos de Telefónica en Latinoamérica y Estados Unidos. Una explicación poco convincente la verdad, pero a la que nada se podía objetar ya que desde el verano del 2009 -fecha en que se tomó la decisión de trasladarse a América, hasta hoy-, los viajes de la Infanta Cristina a España han sido continuos con el fin de cumplir con todas sus obligaciones laborales y oficiales.
Sin embargo, y una vez que el escándalo de las cuentas de Urdangarín ha explotado, echo en falta un comunicado de prensa por parte del propio Duque de Palma, disculpándose por lo que es una imprudencia, que le va a costar muy cara, porque pone en peligro no solo su prestigio personal, también el de una institución que ha desempeñado un importante papel moderador, en momentos claves de la democracia.
Responder con el silencio no le ayudará a esclarecer la verdad, tampoco a comprender cómo una persona que lo tenía todo: es guapo, inteligente, tiene don de gentes y la cultura necesaria para vivir o muy bien sin necesidad de meterse en negocios que de sobra sabía que no eran lo limpios y transparentes que cabía esperar de una persona como él. Así pues, Iñaki, cuanto antes hables, mejor.
Estrella Digital respeta y promueve la libertad de prensa y de expresión. Las opiniones de los columnistas son libres y propias y no tienen que ser necesariamente compartidas por la línea editorial del periódico.
Rosa Villacastín