En un mitin que tuvo lugar en Leganés el pasado sábado 5 de este mes, Esperanza Aguirre empleó las dos palabras que encabezan este artículo, con el propósito de poner de relieve la responsabilidad política del candidato socialista en la acción de gobierno del Presidente.
Ni quito ni pongo. No deseo entrar en debates de campaña electoral, ni me dispongo a opinar sobre las propuestas políticas que Rubalcaba y Rajoy nos ofrecen como programa para el caso de alcanzar la victoria en las urnas. Solamente voy a opinar brevemente sobre el que a mí me parece el punto más evidente y más indiscutible de cara a las ya inmediatas elecciones.
Me refiero precisamente a la identidad entre el Presidente y el Candidato, a la posibilidad de una mezcla -Rubaltero y Zapalcaba- que no entiendo cómo puede nadie ni discutirla ni ocultarla.
Por supuesto que el PSOE es muy libre de elegir al candidato a la presidencia que le parezca más idóneo. Y que esa persona sea Alfredo Pérez Rubalcaba no me toca a mí discutirlo. Pero lo que no me ofrece duda es que tal opción supone optar por la continuidad absoluta de la política del Gobierno de Zapatero. El candidato propuesto ha formado parte de los estamentos directivos de su Partido desde los tiempos de Felipe González. Con Zapatero ha ocupado los cargos más relevantes, hasta llegar nada menos que a la Vicepresidencia. Nada de lo que haya hecho este Gobierno le es ajeno; de nada puede escurrirse para eludir responsabilidades. No ha dado Zapatero un solo paso sin que Rubalcaba lo comparta con él. Ni sin que el Gobierno lo comparta con él. Ni sin que el PSOE lo comparta con él. Ministros, diputados, autoridades autonómicas y municipales, jerarquías del Partido: ni una crítica. Lo podemos decir de dos maneras: una, el PSOE ha respaldado por completo la política de Zapatero; otra, Zapatero ha llevado a cabo la política del PSOE. No son dos afirmaciones; es una sola, vista desde el uno o el otro ángulo.
Si, siendo así las cosas, el PSOE elige como su candidato para presidir un nuevo Gobierno a Alfredo Pérez Rubalcaba, es que el Partido aprueba, apoya y desea mantener lo hecho por el actual Presidente, y continuar gobernando en la misma línea. Cualquier cambio que prometa el candidato, si va acompañado de la afirmación de que así nos irá mejor, nos obliga de modo automático a preguntarle que por qué no lo han hecho hasta ahora. Y es que, hasta ahora, Rubalcaba ha sido directísimo responsable de una acción de gobierno. Si la misma le parece bien, ¿por qué quiere cambiarla? Y si la misma le parece mal, ¿por qué no dimitió para que no se le pudiera culpar de complicidad?
Lo repito: el PSOE puede elegir al candidato que le parezca mejor. Pero la elección es significativa: si se prefiere a un candidato del “aparato”, se respalda la conformidad mostrada por el Partido, durante dos legislaturas, con la acción de gobierno -lo cual entraña el parecer de que la situación en que nos encontramos los españoles y España es la deseada o, cuando menos, la mejor posible-; y, si no se quiere otorgar tal respaldo, y se prefiere reconocer que la situación española es mala, y que es malo el gobierno que nos ha metido en ella, entonces el candidato elegido habría de ser un crítico ajeno por completo al “equipo” -en el más amplio sentido de la palabra- que nos ha conducido hasta aquí.
La elección ya está hecha. Su interpretación resulta indiscutible. Que el candidato oculte en toda la medida de lo posible su vinculación con Zapatero es algo que roza el escándalo. Cómo si fuésemos tontos.
Que tenga el valor de defender lo que ha hecho, ya que, si habiéndolo hecho lo proponen como candidato, es que al Partido es eso lo que le gusta. Que lo digan. Y quien esté de acuerdo hará muy requetebién en votarles.
Estrella Digital respeta y promueve la libertad de prensa y de expresión. Las opiniones de los columnistas son libres y propias y no tienen que ser necesariamente compartidas por la línea editorial del periódico.
Alberto de la Hera