domingo, noviembre 24, 2024
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Octavo día de campaña: los tecnócratas

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La velocidad de la campaña tiene mucho que ver con el vértigo que ésta produce. A Mariano Rajoy no le acompañan los acontecimientos que en el resto de Europa dan cuenta de la verdadera dimensión de la crisis económica y de los extraños movimientos que ésta produce sobre los estados nacionales.

La gran Europa parece querer reconstruir el euro sobre nuevas bases, y la más impactante no son ni siquiera los ajustes, sino la base de los nuevos gobiernos. La crisis no está siendo abordada desde la política, por mucho que parezca. Más bien ganan espacio frente a las tormentas financieras de la deuda, los tecnócratas. Y se empiezan a constituir gobiernos económicos y no políticos. Gobiernos transversales capitaneados por técnicos que se han impuesto a la política y, quién sabe, si a la diversidad ideológica.

Puede que al final, aunque fuera de plazo, tuviera razón aquel funcionario ocurrente de la administración norteamericana que predijo el fin de la historia con la caída del muro de Berlín. No es el fin de la historia, seguramente, pero sí el de la pluralidad de opciones para definir las estrategias económicas y, por tanto, el recado que mandaba aquel sujeto parece reactivarse sobre la idea de que los llamados expertos son los que deben gestionar al modo del mecanicismo capitalista, los asuntos públicos.

Aquí, el caudillo ya nos dio señales premonitorias de la idea cuando puso durante la fase desarrollista la economía del régimen en manos de los opusdeistas frente al discurso inoperante de los azules, los viejos revolucionarios falangistas aparcados por las conveniencias del nuevo modelo económico que buscaba asemejarse con las economías más próximas.

Caído Papandreu y en vísperas de la defenestración efectiva de Berlusconi, los mercados parecen haber impuesto el tipo de gobernantes calculadores y del mismo gremio para afrontar la salida de la crisis.

Así que nuestra humilde campaña adquiere nuevos tintes: Rajoy quiere representar ese modelo técnico y eficiente y Rubalcaba el opuesto, el eficaz construido sobre valores de la política y no de las múltiples cuentas de resultados. El caso es que Zapatero, desdibujado en este tránsito y fugaz mitinero, se diluye sin pausa mientras sus colegas europeos caen al ritmo de la misma sinfonía que se lo ha llevado por delante.

La campaña debería adquirir ese valor de referencia, porque al fin y al cabo es la esencia de lo que verdaderamente se discute, y aunque para muchos lo primero es la eficiencia de los Estados para satisfacer las cuentas de la economía, para otros se debería hacer visible la importancia de la política para que las cuentas no ahoguen las expectativas a largo plazo de las personas que ahora, urgidos por la inmediata necesidad, tienden a sacrificar los postulados de una sociedad en la que el valor moral no esté en los balances contables, sino en la satisfacción de las necesidades. Vamos, el discurso de Rubalcaba.

Interesante el rumbo. Seguimos.


Rafael García Rico

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