domingo, noviembre 24, 2024
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La coherencia de Carod Rovira

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En diciembre de 2003 o, posiblemente, durante los día 3 y 4 de enero del 2004, José Luis Carod Rovira, siendo consejero jefe de la Generalidad, se montó en su coche oficial y le dijo al chófer que pusiera rumbo a Perpiñán, y allí se entrevistó con Mikel Antza y Josu Ternera, jefes de la sanguinaria banda ETA. Este último es un huido de la Justicia, porque fue quien ordenó que una bomba reventara las cunas y los cuerpos de los niños que dormían en la Casa Cuartel de la Guardia Civil, en Zaragoza.

El principal objetivo del consejero en viaje oficial, ostentado uno de los cargos de máxima representación de la Generalitat, fue humillarse ante los dos criminales y ofrecerles un pacto: que no atentaran contra catalanes y, ellos, a cambio, redactarían un escrito en el que abogarían por la salida pacífica del conflicto. A don José Luis, que mataran guardias civiles en Huesca o en Vitoria, o empleados en Francia, o empresarios en Azpeitia, le daba lo mismo. Y que lo siguieran haciendo mientras llegara la «vía pacífica», también. No hay como el pragmatismo para convertirse en un hombre práctico y un miserable de provecho, que no hace ascos a nada, y si hay que hablar con asesinos, se habla, para eso estamos, Carod Rovira, servidor de usted. Teniendo en cuenta que su padre fue guardia civil, y que ETA ha sido la organización criminal que más guardias civiles ha asesinado, hay que reconocer que su falta de escrúpulos es como para entrar en el libro de los récords.

Ahora, siguiendo la línea coherente que ya emprendió, apoya a Amaiur, el brazo político de ETA, y se le ve en los mítines de los admiradores de los asesinos por tierras donostiarras. Podría visitar a la viuda de algún compañero de su padre, viuda gracias a ETA, pero su coherencia tiene más que ver con la ruindad que con la caridad.

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Luis del Val

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