El escenario de los debates económicos de la Unión Europea, sus necesidades, recortes y el futuro del euro tendrán nueva imagen el próximo año para afrontar una etapa necesariamente austera. La dimisión de Berlusconi pone fin a su etapa como primer ministro, abre una puerta a la esperanza y permite a los italianos afrontar un tiempo distinto en el que, esperemos, la confianza en sus gobernantes sea la normalidad.
Ningún país del entorno de los 27 se puede permitir la licencia de tener un ejecutivo investigado o implicado por la justicia y Berlusconi tendrá que hacer frente al banquillo de los acusados, entre otras cuestiones, por relacionarse con menores. Muy grave, en lo moral, para alguien que podría ser el abuelo de sus supuestas acompañantes, pero mucho peor en lo político. El primer ministro dimisionario ha contribuido con sus actos, decisiones y declaraciones a exportar la idea de un gobierno poco sólido y vulnerable. Ha mezclado su vida privada, relaciones sexuales incluidas, y sus negocios, intereses empresariales y corrupciones, con los asuntos de estado.
Se marcha el hombre que ha convertido a Italia en sospechoso en lo económico, que ha puesto en riesgo la moneda única e, incluso, la recuperación de Europa, en caso de haber necesitado el rescate. La deuda pública que hereda Mario Monti, alcanza el 120% del Producto Interior Bruto. Un dato que sitúa al país al borde del colapso con una exigencia de pagos casi inasumible.
Ahora es el momento de enfrentarse a los tribunales, para “Il Cavaliere” y desligar a Italia de su imagen deteriorada. Es otro momento para el gobierno y el resto de los ciudadanos. Pero no todo ha terminado. Acaba de marcharse y ya ha anunciado que volverá. Que esto es simplemente un paso atrás para coger energía y regresar a la política activa, al primer plano de la actualidad. Aunque sus palabras no gozan de la credibilidad de otras épocas, hay voces en su partido que advierten de su posible regreso. En cualquier caso eso siempre estaría en manos de los votantes y sin ellos no sería posible hacerlo realidad.
El otro cambio, al margen del griego que ya se ha producido, estará visible en el sillón de España. En el mes de Enero ya no será Zapatero el que la represente sino Rajoy, si gana las elecciones, o Rubalcaba, si las encuestas se equivocan. En cualquier caso habrá un cambio de semblante y, con toda seguridad, de política. Europa necesita confianza y los dos cambios, más el griego, van a mejorar ese aspecto que tan importante es en la economía.
El fin del conflicto italiano, por la negativa del primer ministro a abandonar su cargo y dejar paso a otro que genere otro ambiente, y la campaña electoral en nuestro país, mantienen una cierta expectación en Bruselas que deberá concluir definitivamente con las elecciones del próximo domingo.
Es el final de un ciclo negativo dejando atrás una política y quienes la han llevado a cabo en Europa y empieza otro con caras nuevas y la esperanza de que acierten en sus decisiones.
Estrella Digital respeta y promueve la libertad de prensa y de expresión. Las opiniones de los columnistas son libres y propias y no tienen que ser necesariamente compartidas por la línea editorial del periódico.
Pedro Fernández