domingo, noviembre 24, 2024
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Temblor de vísperas

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En tiempo de campaña, las encuestas instalan una sensación de vértigo en el ánimo de quienes salen favorecidos y provocan el pánico entre los señalados con la derrota. Los sondeos también transmiten argumento y nervio a las intervenciones de los candidatos: en unos casos para negarlas y en otros para pedir prudencia y no hablar del destino de la piel del oso antes de que la Junta Electoral proclame el resultado oficial de los comicios. En este segundo registro habría que incluir las cautelas con las que Mariano Rajoy está administrando los resultados de los sondeos que anuncian que el próximo domingo el PP será el vencedor de las elecciones alcanzando, incluso, una mayoría absoluta -la horquilla en las que se mueven las encuestas oscila entre los 180 y los 192 escaños-.

Rajoy apela, una y otra vez, a la prudencia invitando a sus futuros votantes a no dar por ganado el partido hasta que no se cierren las urnas la noche del próximo domingo. Sin duda, tiene vivo el recuerdo de lo que pasó en el 2004, cuando los sondeos proclamaban favorito al PP y, sin embargo, inopinadamente, quien ganó las elecciones fue el Zapatero -todo hay que decirlo: en circunstancias dramáticas, tras los atentados de Atocha, pero el hecho es que se torció el vaticinio de los sondeos-. De ahí, como digo, provienen las cautelas del candidato popular y de ahí, esa suerte de temblor de vísperas que, por otra parte, ha sido a lo largo de los tiempos la pulsión compartida por cuantos en la política (o en la guerra) se han enfrentado una batalla sin saber a ciencia cierta lo que les depararía el destino.

Los antiguos romanos ofrecían sacrificios a los dioses para impetrar sus dones y pedir que el cielo se desplomara sobre las cabezas de sus enemigos; los políticos de nuestros días acuden a la televisión para hablar bien de los suyos y denostar a sus adversarios. Bien mirado, tampoco hemos cambiado tanto.

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Fermín Bocos

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