domingo, noviembre 24, 2024
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Buenas noticias de la universidad

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Dos noticias recientes relacionadas con la investigación universitaria o con la formación de postgraduados me devuelven una cierta fe en el futuro de la universidad. ¿Estaremos cambiando de verdad hacia la modernidad? Tampoco hay que lanzar las campanas al vuelo por dos razones: la mayoría de las universidades españolas son iguales, es decir, siguen en el pasado, y los políticos no son conscientes de lo que nos jugamos de verdad con las universidades. La mayoría de los programas electorales de los partidos no dicen más que vaguedades, generalidades y brindis al sol sobre la universidad. Pero algo se mueve.

En plena crisis económica, el IESE, una escuela de negocios nacida en Cataluña que demuestra que se puede estar a la cabeza del mundo con una institución educativa española, va a duplicar su campus de Madrid. Salió de Barcelona hace tiempo para instalarse en Madrid y en 2010 lo hizo en Nueva York, para competir con los mejores en su terreno. Ahora acogerá más programas internacionales para convertirse en un «polo» de formación de ejecutivos internacionales, nuevos cursos de gestión para directivos y un laboratorio para emprendedores que impulse la creación de empresas en el ámbito científico, tecnológico, de investigación y nuevos desarrollos. Todo eso desde la iniciativa privada. Es bueno que el IESE marque el rumbo, tenga mayor presencia en Madrid -eso habla mucho del desarrollo y la capacidad de atracción de esta comunidad- y en el mundo. La innovación permanente en busca de la excelencia, la exigencia a sus profesores y a sus alumnos es la mejor tarjeta de visita para el IESE. Y para España.

Si las universidades se moviesen igual… No pueden, porque están encorsetadas legal y burocráticamente y, en muchos casos, no quieren. ¿Para qué? La mayor parte de acuerdos entre universidades y empresas se centra en la contratación de becarios. Ni hay transferencia de tecnología ni inserción laboral ni formación de postgrado ni la universidad es motor del crecimiento económico Pero hay excepciones positivas. La multinacional farmacéutica estadounidense Lilly ha firmado un acuerdo con la Facultad de Química de la Universidad de Valencia para que ésta investigue el desarrollo metodológico y posterior síntesis de nuevos fármacos, con una inversión inicial de 150.000 euros  más el apoyo tecnológico de este gigante farmacéutico que factura 16.000 millones de euros al año. Si la universidad responde, la inversión podría ser de cinco millones de euros. Y si algún fármaco acaba saliendo al mercado, el laboratorio pagaría royalties a la universidad. Hay centros en Estados Unidos que viven solo de eso.

¿Se imaginan ustedes lo que se podría hacer en la universidad si ésta se moviera, si sus investigadores fueran contratados por empresas para desarrollar nuevos productos, para evaluar otros? ¿Se imaginan que los presupuestos que reciben las universidades fueran diferentes en función de la calidad de la docencia y de la investigación realizada, medidas con criterios científicos? Solo pensarlo me da miedo…

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Francisco Muro de Iscar

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