En “los otros”, aquella película inquietante sobre cosas que parecen y luego no son, los protagonistas descubrían, trágicamente, que no sólo estaban rodeados de muertos y fantasmas sino que ellos mismos eran muertos y fantasmas. Y una vez angustiados con la sutileza de la historia, nos preguntábamos cual sería el mecanismo por el que podríamos descubrir nuestra verdadera naturaleza de seres vivos o de fatales restos de una vida ya acabada, en este angustioso vaivén que es la existencia.
Supongo que el domingo sucederá algo parecido, y en los días siguientes muchos se preguntarán qué día de la contienda electoral dejaron de formar parte de los vivos y se tornaron seres como los otros. Que el PP y el PSOE formarán la mayoría del parlamento no está en cuestión, seguirán siendo las fuerzas hegemónicas, como se decía antes. Y estarán también algunos más, habituales en la cámara, visibles en tiempos de mayorías relativas e invisibles en los de mayorías absolutas. Pero el caso es que habrá otros que habiendo sido parte de lo mismo, es decir, de la campaña electoral, no serán parte de su devenir. No lo serán el domingo por la noche, no lo habrán sido, en realidad, los días anteriores. E incluso es posible que no lo hayan sido nunca, aunque ellos hayan sido ignorantes de tal cosa.
En todas las elecciones hay partidos, cómo definirlos, quizá como espontáneos o maletillas, que saltan al ruedo y pasan inadvertidos, salvo en esas secciones de la prensa en las que priman las anécdotas y lo curioso frente a lo habitual y previsible. Habrán cumplido con su destino, previsto, claro está, desde el mismo momento de su presentación.
Pero lo cierto es que habrá otros, no sé cuales entre las muchas formaciones que concurren a las urnas, que se habrán ido extinguiendo ante la apisonadora de lo que cuenta con más aceptación social y electoral, hasta el punto de haber desaparecido de la realidad en algún momento preciso de las duras jornadas de campaña. Un momento preciso, pero desconocido para ellos.
Enfrascados en sus esfuerzos para explicar sus complejas razones para luchar en campo tan contrario, se habrán olvidado de vigilar sus constantes vitales, se habrán enzarzado en devotas y complicadas peleas por el voto a voto, y habrán perdido el pulso vital, completamente ajenos a la línea continua del encefalograma de sus posibilidades.
Es este un asunto de todas las elecciones y aunque la reciente reforma electoral ha limitado las posibilidades de presentación de opciones con menos crédito que una familia de hoy en día, o que una pyme cualquiera, en las mesas de los colegios electorales estarán, también, los otros. O no estarán, aunque ellos crean que si: pasaran nuestras manos por encima de sus papeletas, camino de los montones más solicitados y su efímera existencia de quince días se desvanecerá para siempre sin que lleguen a saber siquiera si en algún momento llegaron, de verdad, a formar parte de todo esto que hemos acordado en llamar Elecciones 20N.
Rafael García Rico