Las elecciones fueron el domingo, la Junta Electoral está en pleno proceso de análisis de reclamaciones, todavía no se han constituido las Cortes, aún no tenemos diputados, aún no han sido proclamados los senadores, todavía no ha sido elegido el nuevo Presidente del Consejo de Ministros ni tenemos nuevo Gobierno y, sin embargo, todo son prisas, todo son voces que reclaman que Rajoy diga ya qué va hacer para parar el paro y para frenar la escalada de la prima de riesgo. Si seguimos por ese camino nos volverán locos.
Bajo la presión de los mercados y desde la inercia de los estereotipos periodísticos estamos asistiendo a un espectáculo que, o lo cortamos de raíz, o nos conducirá a una obscenidad contraria a los usos de la democracia. España es un país que tiene que recuperar la serenidad. Ya han hablado los ciudadanos; ya se han contado los votos y dentro de un mes habrá nuevo Gobierno. Tenemos una Constitución y unas pautas democráticas de funcionamiento que deben ser respetadas.
Siempre hay un tonto para cada ocasión y a los de este momento se les ha oído decir que tenemos una Constitución del siglo XIX que no es capaz de dar respuesta a los problemas del siglo XXI y, presos del imperio de la prisa, se hacen lenguas de los usos y costumbres británicas a la hora de resolver los relevos gubernamentales. Qué hagan los británicos lo que tengan por costumbre y que nos dejen en paz a los españoles que hay tiempo para encarar los problemas derivados de la crisis y, tengo para mí que será bueno, incluso un primer punto de referencia a la hora de medir su temple para aguantar tormentas que Mariano Rajoy, el próximo Presidente del Gobierno, no se deje reclutar por la histeria que destilan los analistas financieros y sus replicantes mediáticos, personajes todos ellos de moda este convulso otoño madrileño.
Lo dicho: no nos volvamos locos.
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Fermín Bocos