Hay veces en las que uno se estampa contra un muro. Estamos en una de esas ocasiones cuando el traspaso de poderes se dilata hasta mitad del mes que viene, pero mientras tanto los mercados no muestran piedad de nosotros y siguen atacando a la deuda.
De las urnas ha salido una voluntad de cambio que va a tardar en ponerse en práctica y eso tiene mala explicación a la ciudadanía. Resulta hasta obsceno comprobar que los nuevos diputados cobran su sueldo desde el pasado lunes, (justo al día siguiente de haber sido elegidos), pero es imposible realizar un cambio de poder en un plazo corto. El sistema es muy ágil para defender a sus protegidos pero se muestra un paquidermo al trote cuándo tiene que defender a la democracia.
Los riesgos sobre nuestra economía llevan a que el nuevo Gobierno tome cartas urgentes y trace las líneas maestras de lo que va a ser su actuación en el futuro más inmediato. Angela Merkel reconoce que Rajoy tiene un «mandato claro para realizar reformas rápidas», pero nuestros plazos legales nos llevan a tener nuevo Gobierno en Nochebuena, mientras tanto viviremos en la inopia de los mercados y al albur de posibles vaivenes teniendo en cuenta que a perro flaco todo son pulgas. Pero por mucho que Mariano Rajoy anuncie medidas económicas no podrá llevarlas a cabo hasta que no presida el consejo de ministros, (por otra parte no estaría mal que las anunciara de una vez para saber a qué atenernos).
Ahora lo que toca es el traspaso de poderes, algo que Zapatero ha prometido que será «modélico» y para eso ha delegado en uno de sus mejores ministros: Ramón Jáuregui. Rajoy ha respondido poniendo al frente de la tarea a Soraya Sáenz de Santamaría, con ese nombramiento ya le sitúa en el Gobierno en un puesto de alta responsabilidad. Lo que se espera es que el Gobierno saliente no tome decisiones importantes sin consultar con el Partido Popular de tal manera que no les dejen trampas en el camino.
Otros traspasos de poderes, caso de Castilla La Mancha, ofrecieron estampas de horror contable puesto que donde se había escrito beneficio había un agujero negro. Es de esperar que con Ramón Jáuregui esto no vuelva a ocurrir y demos una imagen al exterior de verdadera unidad frente a la gravedad de los problemas.
Estamos ante una situación incómoda a varias bandas porque el Gobierno saliente está para poco menos que para figurar, (y sus titulares más preocupados por buscarse un hueco que por ejercer en el despacho), y por otro tenemos a los mercados que demandan la respuesta rápida de un nuevo Ejecutivo. Atrapados en un equilibrio imperfecto.
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Rafael Martínez Simancas