domingo, noviembre 24, 2024
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¿Y ahora qué?

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¿Y ahora qué? es la pregunta que se hacen no sólo los militantes socialistas sino una buena parte de la sociedad, incluidos los votantes que abandonaron al PSOE el 20-N. Para empezar habría que decir que resulta sorprendente como el secretario general del PSOE y presidente de Gobierno en funciones, el señor Zapatero, actúa como si el fracaso en las urnas no tuviera nada que ver con él. Quizá por eso no ha presentado su dimisión como secretario general de su partido, que es lo menos que debería de haber hecho la noche de autos. Porque si algo es evidente es que el fracaso del PSOE en las urnas se debe fundamentalmente a los ocho años de gobierno Zapatero.

En mi opinión, no es sólo la mala gestión de la crisis lo que ha pasado factura al PSOE, sino los muchos despropósitos e improvisaciones de ocho años de Gobierno con el sello Zapatero. Por eso resulta un tanto impúdico querer endosar, como algunos pretenden, toda la responsabilidad del fracaso electoral a Alfredo Pérez Rubalcaba.

Ojo, no digo que el candidato socialista no tenga su cuota de responsabilidad y que pudiera haber hecho las cosas mejor, por ejemplo haberse rodeado de un equipo en el que los ciudadanos hubiéramos podido visualizar la solvencia que le ha faltado a los equipos de Zapatero.

También Rubalcaba tiene su cuota de responsabilidad en otras cosas del gobierno, puesto que ha sido vicepresidente, pero junto a eso nadie le podrá negar que ha sido un ministro del Interior que ha sabido pilotar el fin del terrorismo de ETA. En cualquier caso la responsabilidad del desastre electoral es compartida, al menos entre Zapatero y el candidato, pero sobre todo la parte más gruesa de esa responsabilidad se debe, insisto, a algunas de las políticas de los gobiernos Zapatero.

A muchos votantes no les ha resultado fácil abandonar al PSOE, y los que lo han hecho ha sido porque estaban hartos de tanta inconsistencia, de tanto aventurismo, de ver al frente del país a ministros que no debían de haber pasado de concejales de sus pueblos, de ver como las políticas alegres del presidente nos han dejado como herencia un problema territorial.

Su enorme frivolidad al decir que aceptaría cualquier cosa que le llegara de Cataluña supuso una reforma estatutaria innecesaria, que no estaba en el sentir ni en la necesidad de la opinión pública catalana y que lo único que ha provocado han sido problemas y aburrir nuestro país en canal.

Los ocho años de zapaterismo han lastrado al PSOE de tal manera que van a tener que reinventarse de nuevo. Porque no olvidemos que el PSOE ha sido un partido que ha ayudado a la vertebración de la España moderna y es por tanto uno de sus pilares, pero puede acabar convirtiéndose en un partido marginal si no hace autocrítica de sus errores, y presenta un proyecto socialdemócrata creíble a los ciudadanos y sobre todo se dota de un equipo de dirección solvente. Y todo esto no va a ser tarea fácil ni desde luego se puede improvisar en tres días. Perder más de cuatro millones de votos debería de provocar una reacción de vergüenza en los actuales dirigentes del PSOE y debería de dar paso a una autocrítica que lleve a la catarsis.

Lo que a mi juicio no deberían de hacer los socialistas es improvisar, sino abrir un periodo de reflexión y debate que dé lugar a un nuevo liderazgo y sobre todo a recuperar, aunque actualizándolas, las señas de identidad del socialismo.

Lo peor es que en estos momentos cuesta ver donde está esa gente capaz de afrontar el futuro. Zapatero y los suyos se dedicaron a denostar a la generación anterior dejándola fuera de juego, pero la de ellos en el poder ha resultado tan nefasta, que ahora nadie sabe donde mirar para encontrar dirigentes solventes.

Sí, la pregunta es ¿y ahora qué?, y la respuesta tendrán que darla los militantes socialistas, pero deberían de aprender de sus compañeros socialistas franceses y permitir que también tengan voz y voto los miles de ciudadanos que sin ser del PSOE han apoyado y acompañado a este partido desde la llegada de la democracia. El futuro está por escribir, esperemos que quienes tienen legítima ambición de dirigir al PSOE estén a la altura del empeño.

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Julia Navarro

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