Después de la victoria electoral del Partido Popular no son pocas las voces que, desde diversos ángulos, apremian a Mariano Rajoy para que desvele el contenido de las medidas que pretende aplicar cuando tome el control del ejecutivo e incluso para que avance los nombres de las personas que conformarán su equipo. Tales exigencias se envuelven en el pretexto de la necesidad de tranquilizar a los mercados (cansina prosopopeya). Mientras tanto el aludido muestra sosiego y guarda silencio ¿Hace bien o hace mal?
Resulta evidente que uno de los peores vicios del gobierno que está a punto de dejarnos ha sido precisamente el de realizar muchos anuncios y tomar pocas medidas. Esta tendencia se vio acentuada de forma preocupante desde el mes de mayo del año 2010, de manera que casi cada viernes (y algunas veces entre semana) el Ejecutivo se veía en la necesidad de anunciar una nueva disposición, la tramitación de una nueva ley (¡la seis veces anunciada Ley de Economía Sostenible!), la creación de un nuevo organismo o la suscripción de un acuerdo o tratado, para ver qué reacción tenían los mercados. Posteriormente muchas de tales medidas quedaban en el olvido o en el molesto sonido de lo hueco. La gravedad de esta práctica llegó a tal extremo que, al menos en tres ocasiones, que a mí me conste, el Gobierno incluyó en la web del Consejo de Ministros acuerdos o medidas de las que no existía rastro en el Boletín Oficial del Estado.
Parece bastante razonable que Rajoy, que no tiene aún ni va a tener en los próximos treinta días capacidad alguna de actuación, se abstenga de anunciar medidas que no va a poder poner en práctica y que además afectan a una realidad y a unos mecanismos y engranajes de poder cuya situación actual desconoce. Tampoco tiene sentido que someta a la volatilidad de los mercados una baile de nombres de ministrables, que pueden ser quemados antes de que se aprecie su capacidad de gestión. Decía uno de mis profesores de economía en Deusto que en lo tocante a los mercados (de valores, de divisas, de mercancías…) las expectativas siempre se acaban justificando y que a veces creemos reaccionar a los movimientos del mercado y lo que hacemos es que el mercado responda con efecto multiplicado a los nuestros. Como el ratón del laboratorio que creía tener condicionado al investigador porque cada vez que apretaba un botón recibía un trozo de queso.
No se puede acusar a Rajoy de falta de acción, porque carece de capacidad de actuar. En estas circunstancias, la anticipación que algunos le piden no sería sino una irresponsable muestra de precipitación. De momento el futuro jefe del ejecutivo transmite mensajes uniformes de que es consciente de la gravedad de la situación y de que tiene la determinación de adoptar las medidas necesarias para caminar en la dirección adecuada, en su momento, que aunque muy cercano, todavía no ha llegado.
Y esta sana prudencia, a la larga, contribuirá a reforzar la confianza en España, desde fuera y desde dentro, más que media docena de conejos improvisadamente extraídos de una chistera.
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Juan Carlos Olarra