La jugada de Aguirre de nombrar a Ignacio González secretario general del PP de Madrid, y no tanto la expulsión de Granados, es una afrenta en toda regla a Mariano Rajoy. Es como decirle a su presidente que, en lo tocante al partido, en la Comunidad también manda ella por encima de cualquier disciplina.
Aguirre ya había dejado de confiar en Granados, pero lo que le ha “matado” han sido sus maniobras para ganarse a la dirección nacional del partido y sus intervenciones casi diarias en la campaña electoral acompañando a algunos pesos pesados del partido. Aguirre ha visto en eso una traición, y como Roma no paga traidores, ni siquiera le ha dado tiempo a ser sustituido en el siguiente congreso. Aguirre ha querido echarlo por la puerta de atrás y así lo ha hecho. Era una manera de transmitir a Rajoy el primer mensaje: “En Madrid mando yo”.
La segunda acción, el nombramiento de González, era mucho más contundente y beligerante, y el mensaje todavía más claro: “En Madrid la única que manda soy yo”.
Peligrosa jugada teniendo en frente a Mariano Rajoy y a toda una serie de asesores y grupo de confianza que ven, no sin razón, que Esperanza Aguirre ya está amortizada. Y no solo eso, lo peor para ella es que lleva cuatro años siendo incómoda para Génova. Sus bobadas cada vez hacen menos gracia y cada vez son más los que la tienen calada. La presidenta ha ido apagando poco a poco su estrella, y ha cometido errores de bulto que Rajoy ha ido apuntando en su cuaderno. El primero, insistir en Ignacio González como candidato a presidir Caja Madrid, el segundo abortar la candidatura de Gallardón al Congreso en las anteriores elecciones, y el tercero lo cometió este miércoles con el nombramiento de secretario general. Cabrían dos lecturas, la primera, blindarse con su hombre de confianza para controlar el partido en Madrid ante la que se les avecina; y la segunda, proteger por todos los flancos a González. Si es esta segunda opción, hay muchos que creen saber por qué, pero no lo dicen en público.
A pesar de que Aguirre haya creado un cordón de seguridad a su alrededor, hasta en el PP de Madrid ya se han abierto algunas fisuras, pequeñas eso sí, pero que vienen a demostrar que ya empieza a haber menos adhesiones inquebrantables e incluso se atreven a abstenerse en votaciones tan dirigidas como la de la destitución de Granados.
Algunos miembros del PP se atreven a decir en privado que Esperanza Aguirre ha cavado su propia tumba política con esta afrenta a Rajoy.
No descartan que en el próximo congreso regional del PP haya un candidato alternativo que cuente con el apoyo de Génova para disputarle la presidencia del partido.
Si es así, Rajoy no necesitará dar un puñetazo en la mesa como le reclaman algunos, pero será el gesto más evidente de que a la lideresa le queda un suspiro. Y a González, otro.
Alfonso García