Es importante saber, aunque tendremos que esperar, qué leyes va a proponer Rajoy, pero también sería bueno saber cuántas y cuáles va a derogar. Eduardo García de Enterría escribió hace algo más de una década un libro que se titulaba «Justicia y seguridad jurídica en un mundo de leyes desbocadas». Si ese libro se escribiera ahora, necesitaría el doble de páginas. Es tal el cúmulo de legislación promovida desde los diecisiete Parlamentos autonómicos y desde el nacional que no es que España sea un mundo de leyes desbocadas, sino un tsunami de normas que ponen en riesgo la seguridad jurídica o que, cuando menos, complican todo, la mayor parte de las veces sin necesidad alguna, y otras contraviniendo o repicando la norma que rige en todo el territorio español. Y eso sin entrar en el uso torticero de las leyes ómnibus o de las leyes de acompañamiento a la Ley de Presupuestos donde, sin que muchos se enteren, se cuelan disposiciones que no deberían estar allí.
Hay quien habla, con razón, de incontinencia y hay quien señala que muchas de esas normas son inconstitucionales, pero que nadie se atreve a poner orden, tal vez por el coste electoral que puede tener. De ese asunto, entre otros muchos, hablaron recientemente en un apasionante coloquio el profesor italiano Stéfano Rodotá y el magistrado José Antonio Martín Pallín. Para éste, que apuntó que algunas leyes parecen hechas por estúpidos -Rodotá añadió que la legislación italiana es un arma cargada de estupidez y de intereses particulares-, esa excesiva regulación normativa equivale a una degradación y a una falta de respeto a la ley. Para el catedrático de la Universidad de la Sapienza, que habló también de la excesiva rigidez legislativa, es un grave problema que debería llevarnos a una reflexión sobre el papel del Derecho en el mundo actual y que produce una degradación peligrosa cuando, además, algunas leyes se negocian fuera del Parlamento y sin que éste pueda intervenir realmente.
Martín Pallín aventuraba que este camino nos puede llevar hacia una falta absoluta de fe en la ley y algo de eso se está produciendo, de manera que, en esa reforma de la Justicia que hay que emprender necesariamente, por encima de si hay que devolver o no competencias -que es un debate inútil y malintencionado-, también habrá que hablar de cuántas leyes sobran en este país (que sobran) de si ese exceso de normas, muchas de ellas contradictorias, daña sustancialmente la seguridad jurídica y de si, por el contrario faltan otras como la de la transparencia, que se quedó en el telar legislativo con el adelanto electoral. Menos leyes y mejor hechas, un retorno a los principios, que defienden tanto García de Enterría como Rodotá, menos rigidez, menos obstáculos y más seguridad jurídica. Eso también contribuye a las dificultades para salir de la crisis.
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Francisco Muro de Iscar