En esta España de extremos, de la rabia y de la idea, que decía Machado, no sabe esperar. Se pasa del blanco al negro o del odio al amor sin solución de continuidad. Y eso siempre ha sido malo. Ahora también lo es.
Hay por ahí una serie de cuervos con levita, de esos que a diario nos dicen los que tenemos que hacer y cómo debemos comportarnos, que están presionando a Rajoy y a Zapatero para que, si es necesario, se salten los plazos legales para que se produzca la transición de poderes. Para ellos el cielo está a punto de caerse y, ante tal catástrofe, hay que saltarse, incluso la ley. Para ellos, Zapatero ya se tendría que haber ido y Rajoy ya tenía que estar sacando decretos como churros. Y eso no es así. Eso sería malo.
Y no es así por muchas razones. La primera, porque no estaría bien que ambos dirigentes se saltasen la legislación vigente. España daría una muestra de inseguridad jurídica que nos perjudicaría tremendamente. Sobre todo porque Zapatero ha dado muestras de esa inseguridad jurídica desde el primer día y así nos ha ido.
Y, segundo, porque las prisas sólo son buenas para los ladrones y los malos toreros. Y Rajoy no es ni lo uno ni lo otro. Las cosas hay que hacerlas bien y, para hacerlas, bien hay que hacerlas despacio y a conciencia. Lo demás, es un riesgo innecesario.
Hay quien dice, incluso, que Rajoy debería ya anunciar quiénes van a ser sus ministros importantes… Espero que ni se le ocurra hacerlo. Sería un gesto tan negativo, por ser tan poco serio, que acabaría llevándose consigo a los ministrables y a él mismo.
Dejemos, por tanto, que la transición de poderes se haga como manda la ley y con la responsabilidad que lleva consigo un hecho político tan importante.
Y los que tengan prisa que se tomen un valium. O un par de ellos.
Pinocchio