domingo, noviembre 24, 2024
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“Entre cuatro paredes”

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Os presento un nuevo relato. Esta vez de una lectora de estas Memorias de un Libertino. Nos lo remite Circe, como la mitológica diosa-hechicera de la Isla de Eea, a la que agradezco, sinceramente, su colaboración por lo que significa de enriquecimiento de la sección. Espero que lo disfruten.

“Entre cuatro paredes”

Llevábamos tiempo buscándonos. Jugábamos a intercambiar emails y mensajes que incitaban al intercambio más allá de opiniones y gustos personales. El tiempo transcurrido nos fue haciendo cómplices y mis ganas de tenerle se agravaban. Me apetecía, sin más. Quería sentir sus ganas en las mías y disfrutarlas juntos. No importaba el hecho de que cada uno tuviera su vida establecida, parejas estables en confortables vidas. Pero me apetecía morder la manzana de Eva, no las del cesto de la cocina de mi casa.

Ese hombre era capaz de despertar mis sentidos, su voz a través del móvil excitaba las pasiones adormecidas de años viviendo en pareja. Era cuestión de tiempo, quizá cuestión de piel dar paso a la física habiendo descubierto la química a través de un chat.
Hasta que, un día, nos encontramos a media mañana a tomar un café en una cafetería céntrica. Deseábamos llegar a  conocernos más, olernos, rozarnos, sentirnos… Incluso, me atrevería  a buscar su boca si él no era capaz de llegar a ella debido a su timidez.
No tardamos en decidir que teníamos que encontrarnos entre las cuatro paredes de un apartado hotel.

Durante el camino, yendo en mi coche detrás de él, sentía el vértigo de mi ansiedad. Un tremendo deseo por sentirle mío. Tenía tantas ganas de llegar que me molestaban los malditos semáforos en rojo que íbamos encontrando y detenían mi camino. Sentir sus nudillos llamando a la puerta de mi habitación, empaparon mi vulva que latía como el de una adolescente…

En cuanto se cerró la puerta de aquellas cuatro paredes, se arrimó a mí y me besó y me comió los labios… «Fóllame», le susurré…

Me atrapó entre la pared y su cuerpo y estuvimos besándonos  hasta que él comenzó a buscar entre mis piernas. Entre besos y mordiscos me levantó con fuerza, intentando mordisquear alguno de mis pezones por encima de la blusa mientras me conducía a la cama de la habitación.

Me miraba con una cara de lujuria insuperable,  mientras sus manos acariciaban mis piernas y yo buscaba desabrochar su pantalón. Sus manos consiguieron arrancar mi sujetador y empezó a magrear mis tetas: duras, redondas, con los pezones apuntando hacia su boca. Después, subió mi vestido, apartó el tanga que llevaba puesto y comenzó a navegar sus dedos dentro de mi vagina.

Pero yo quería su verga. Y la busqué. Y la toqué por encima del pantalón, comprobando que tenía una tremenda erección, lo que aumentó mi deseo y me puse como loca porque me penetrase, porque taladrase mi cuerpo a su antojo buscando la entrada de cualquiera de mis agujeros. Sería el azar el que decidiera cuál sería el primero en ser perforado.
Y así, sin desnudarnos siquiera, desabrochó su bragueta, sacó su erección, se subió encima de mí y buscó mi vulva hasta que la enterró entera en ella sin siquiera retirar mi ropa interior. Sólo apartándola. Y entre gemidos, besos y mordiscos fue apagando mi ansiedad, que no mi deseo. Enseguida tuve el primer orgasmo. Después otro. Después él. Por un momento, volví a sentirme viva.

Nos quedamos quietos. El siguió encima de mí. Su sabor era embriagador. Todo en él olía a sexo. Unos minutos después se bajó. Sólo pude entenderle que me decía: “háblame de ti…” Pero yo estaba excitada de nuevo y no quería hablar. Quería saciarme como una perra. Y oliendo al orgasmo que acababa de disfrutar como una cerda en celo, quería que su verga se clavase una y mil veces contra mí haciéndose dueña de mi sexo húmedo, ardiente, baboso como mi boca.

Tenía mis  senos y mis pezones como piedras deseando ser mamados de nuevo. Tenía el pelo enredado,  los ojos lascivos buscando complicidad,  clamando por ver como me regalaba su verga erecta otra vez, desesperadamente, hasta que conseguí un nuevo y brutal orgasmo.

Después, satisfecha, me fui a duchar. Y mientras lo hacía, él se acercó a mí, ya vestido,  a decirme adiós con un beso mojado a través de la mampara en la ducha que nos separaba. El tenía que volver con su mujer.

Se llevaba el olor de mi sexo en su piel y aquello me volvió a excitar. Pero ya no me toqué. Tenía que reservarme un poco por si mi pareja quería algo de mí.

Circe

Estas memorias están teniendo, afortunadamente, una gran aceptación entre los lectores. Lo demuestran el gran número de visitas que tiene semana tras semana y los comentarios que recibe. Por eso, de acuerdo con la dirección de Estrella Digital, he pensado realizar, dentro de la sección, un Experimento sexual: quiero que los lectores de ‘Memorias de un Libertino’ puedan publicar también sus relatos.  Sus sueños. Sus experiencias. Sus deseos ocultos.

El tema erótico será libre. Sólo pido que el texto no sea mucho más de un folio de extensión y que mantenga un mínimo de buen gusto. Se podrán firmar con seudónimo y se respetará el máximo de discreción. Tanto se respetará que los relatos NO deberán enviarse a la redacción de Estrella Digital sino a [email protected] Este es un correo creado, especialmente, para recibirlos y para que sirva también para aclarar cualquier duda o consulta.

Por supuesto, si alguien lo solicita, puedo también ayudarle literariamente a mejorar su texto.

Esperamos recibir muchos relatos.

Memorias de un libertino

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