Ya lo hemos visto: la semana de la victoria se ha caracterizado por subidas de la prima de riesgo y fuerte bajada en la bolsa española. Quizás algún ingenuo haya pensado que a la gente que maneja estas cuestiones no le gustaba el triunfo de la derecha; nada más lejos de la realidad. La bolsa baja y las primas de riesgo suben porque el dinero, por definición, es cobarde, huele el miedo en Europa y busca refugio donde las aguas están más tranquilas. Bajan las bolsas en todo Occidente, no porque los países tengan déficit, sino porque no tienen actividad económica y, por tanto, no crean riqueza con la que bajar déficit y pagar deuda.
En el fondo es lo mismo que puede ocurrir en muchas familias, aquí o en cualquier parte, si tienen que pagar mil euros a un banco y les bajan el sueldo, les embargan sus propiedades. Si el banco es listo, y la familia ha cumplido siempre con sus deudas, en lugar de embargar ofrecerá a su cliente en dificultades que reduzca el pago a la mitad y doble el tiempo de deuda; incluso, si surge la oportunidad, contratara por horas a uno de los hijos para que haga tareas auxiliares e ingresen un dinero extra. Eso sí, vigilará que sus clientes vivan austeramente y guarden cada mes la cantidad necesaria para cumplir con el nuevo compromiso. Solo si no lo hacen acudirían al embargo.
Algo parecido ocurre con los países del euro. Tras las alegrías de antaño, y los gastos extraordinarios para afrontar el hundimiento de los mercados financieros, la mayoría de los países tienen déficit muy importantes y “el gran hermano invisible” exige que paguemos la deuda con toda rapidez, bajo amenaza de embargo, perdón “de intervención” ( que así lo llaman). Al deudor se le obligará a que congele sueldos, suba impuestos, malvenda propiedades y suspenda derechos sociales. A cambio se le concederán nuevos préstamos que, con la economía del país por los suelos e incapaz de crear riqueza, tampoco podrán ser devueltos en plazo. Vuelta a empezar ¿hasta cuándo?
Con ese panorama, el margen de maniobra del Gobierno que forme Mariano Rajoy será estrecho. Cómodamente instalado en su mayoría absoluta, podrá dar facilidades a las empresas, reprimir gastos superfluos, ajustar gastos sociales…; en fin medidas que eviten nuevos déficits, pero que por sí solas no revitalizarán consumo y actividad económica. Desde mi punto de vista, la tarea más importante se jugará fuera de España. El Gobierno que llegará con la Navidad tendrá que convencer a ese “gran hermano financiero” que nos dé (a nosotros y al resto de nuestros socios) una moratoria que alargue plazos y permita dedicar recursos a generar crédito a las empresas y autónomos, aumentar empleo e inversión pública, rebaje pagos al Estado, ayude a quien investigue y proteja a quién, de verdad, fomente actividad económica.
Mariano Rajoy puede tener claro lo que hay que hacer, pero la llave de las decisiones está lejos, habla alemán y, mientras la ruina de los demás no la salpique, seguirá clamando por una Europa Unida en la que, a falta de un Gobierno económico, solo están unidos sus mercaderes.
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Jaime Olmo Mitre