Entre todos hemos devaluado la Constitución y algunos la han vilipendiado descaradamente, sobre todo en estos últimos tiempos, incluso cerca de este 33º aniversario que yo no me atrevo a celebrar, pese a haber sido uno de los millones de defensores de la Carta Magna desde su aprobación. Estoy entre los que propugnan una reforma profunda del texto legislativo fundamental, incluso poniendo en tela de juicio algunos de sus contenidos si no básicos, al menos esenciales.
Creo que los resultados de las elecciones son muy respetables, ya que exponen la voluntad de la gente. Creo también que esa voluntad entre todos la hemos mareado y la hemos condicionado de tal manera que hay una exigencia de modificación de condiciones que la hagan más auténtica y más cercana a la real voluntad profunda y meditada de las gentes de España.
Lo mismo me da el partido que ahora o hace unos años ganase las elecciones. Esta Constitución fue del todo válida hace 33 años. Hoy lo es mucho menos, especialmente en los modos de reflejar lo que de verdad quieren los españoles.
Además, estoy seguro de que unos meses después de la consumación del cambio de titular en los poderes del Estado asistiremos a una puesta en cuestión de todo el entramado institucional y legal, cualquiera que sea la evolución de la crisis económica y por supuesto de los resultados de la cumbre europea de este fin de semana. El movimiento 15-M, que nació con las elecciones municipales y autonómicas, sólo ha sido el anticipo del gran cambio que se vislumbra en el horizonte, cuando a Rajoy y su partido se les haya pasado el efecto de las burbujas del triunfo y de la conquista del poder del Estado.
Cuando al Partido Socialista se le haya pasado el efecto maligno de su gran derrota y de su miedo a afrontar el futuro con un decisionismo mucho mayor que el que tuvo tras sus triunfos de 1982 y de 2004.
Cuando Izquierda Unida y la izquierda en general pierdan el complejo de conformarse con la acción en la calle como manera de cambiar la sociedad. Cuando el movimiento 15-M lo inspire todo.
Pedro Calvo Hernando