Es de justicia felicitar a Izquierda Unida por los resultados de las Elecciones Generales del 20-N. Hasta ahí, de acuerdo.
Aunque el análisis es fácil, también corresponde valorar a los columnistas y tertulianos que llegaron a la conclusión de que el éxito de la coalición no lo fue por sus méritos sino por los deméritos del PSOE. También de acuerdo en esta apreciación. No nos engañemos, el destino de IU siempre va de la mano de los socialistas. La mejoría de los unos –como hemos visto-, va en paralelo a la enfermedad de los otros –como se ha comprobado una vez más-.
Dicho lo cual, resulta imposible no fijar la mirada en el actual líder de la formación de izquierdas. De todos cuantos han pasado al frente de ese conglomerado -descontando a Francisco Frutos-, el manchego es el que se lleva la palma.
Cayo Lara, como ha quedado comprobado, no controla nada, absolutamente nada de su, llamémosle, partido aunque no lo sea como tal. Su falta de carisma y liderazgo quedó al descubierto en Extremadura y en algunas localidades importantes de Andalucía donde los suyos reeditaron la “pinza” contra el PSOE y se aliaron con el PP tras las Elecciones Autonómicas y Municipales.
Cayo Lara representa la devaluación que ha ido sufriendo sistemáticamente la coalición con todos los que se han puesto al frente de ella y, aunque haya obtenido uno de los mejores resultados de las últimas citas electorales es, probablemente, el más incompetente de todos. El mérito no es suyo, sino de las circunstancias.
Como manchego que es, seguro que conoce la fábula de Tomas de Iriarte, El burro flautista . No le estoy llamando asno, no, pero sí sostengo que lo suyo es un accidente electoral por lo anteriormente dicho.
Su comportamiento en el Día de la Constitución lo deja tal cual es: un político insolvente cuyo único “capital” es haber recogido a los votantes de izquierdas que negaron su voto al PSOE.
Pero eso no le da categoría porque no la tiene. Si la tuviera, no habría renunciado a celebrar la fiesta de los demócratas. Si tuviera categoría no habría dicho la sandez –término muy manchego- de que el PSOE y el PP han «devaluado» la Carta Magna hasta convertirla en «papel mojado». «Los que han roto el pacto de 1978 festejan lo que violan cada día».
Estas cosas sólo las dicen quienes se creen los nuevos artistas de la política en este caso.
Es una pena, pero tendremos que acostumbrarnos a convivir con iluminados y burros flautistas como el de Tomás de Iriarte, cuya fábula rezaba así:
Esta fabulilla,
salga bien o mal,
me ha ocurrido ahora
por casualidad.
Cerca de unos prados
que hay en mi lugar,
pasaba un borrico
por casualidad.
Una flauta en ellos
halló, que un zagal
se dejó olvidada
por casualidad.
Acercóse a olerla
el dicho animal,
y dio un resoplido
por casualidad.
En la flauta el aire
se hubo de colar,
y sonó la flauta
por casualidad.
«iOh!», dijo el borrico,
«¡qué bien sé tocar!
¡y dirán que es mala
la música asnal!»
Sin regla del arte,
borriquitos hay
que una vez aciertan
por casualidad.
Nota de Quebrantahuesos: Cualquier parecido que se trate de sacar de la fábula con algún político está fuera de intención y pretensión. Pero que cada cual saque sus conclusiones.
Quebrantahuesos