Apenas la conocía. Habíamos intercambiado, solamente, unos cuantos emails pero aquella mujer ejercía sobre mí una gran atracción. La imaginaba hermosa. Discreta. Y, sobre todo, ansiosa por conocer los secretos del sexo y, en algún momento, me sentí una especie de Pigmalión erótico con ella. Por desgracia, no había tenido suerte y su conocimiento del sexo era muy elemental.
Pero un día recibí un mensaje suyo en el que me decía, lo recuerdo bien: “Hola, Tiberio. Me encantaría seguir escribiéndome contigo, pero me es imposible seguir haciéndolo ya que mi pareja es muy celosa y tiene la ‘bonita’ costumbre de abrirme el correo. Espero que algún día podamos seguir haciéndolo. Hasta entonces…”
Debo reconocer que experimenté un cierto desencanto. Pero entendí su razonamiento. Además, yo jamás le he complicado la vida a nadie con quien haya tenido algún tipo relación.
Pasados unos días, recibí otro correo. Tenía un remite desconocido y era de un servidor poco popular. En el ‘Asunto’ ponía “sueño húmedo”. Sin más palabras. Sin saludar. Sin despedirse. Pero yo tuve la sensación desde su primera línea que lo había escrito ella. Nunca podré probarlo pero tenía que ser suyo. Lo sentí. Y, a veces, ese sentido es una prueba irrefutable.
Su relato comenzaba al termina de cenar una noche cualquiera de un día cualquiera… “…y mientras yo me dispuse a recoger la mesa, él separó un poco su silla y, cogiéndome de un brazo, me sentó en sus rodillas. Me sorprendió porque era la primera vez que lo hacía.
Una vez que me tuvo sobre mis rodillas, acercó sus labios a los míos y me dio un beso que empezó siendo suave y seco pero que, poco a poco, se fue haciendo fuerte y húmedo según su lengua iba abriéndose sitio entre los labios hasta que entró en mi boca profundamente y las salivas se mezclaron…
Un instante después, sentí como una de sus manos entraba bajo mi falda y tras separarme suavemente los muslos me tocó la tela de las braguitas. Reconozco que me estremecí. Él lo notó. Dejó mi boca y bajó la suya a mi cuello. Mi cuello es la parte más sensible de mi cuerpo y, en el momento en que lo rozó, sentí que me mojaba.
A partir de ahí me abandoné… Que hiciese lo que quisiera conmigo… Cerré los ojos y me dediqué sólo a sentir placer…
Y sé que me apartó las braguitas e introdujo sus dedos en mi vagina. Y que después los olió y los chupó. Y que yo también los chupé. Y sé que abrió su bragueta y me puso a horcajadas sobre sus piernas. Y que sentí su poder. No lo vi. Solo sentí como buscaba mi vulva apartando mis braguitas y como entraba en ella de una manera tan suave que me arrancó un gemido de placer.
Y sé que me moví. Inconsciente. Mecánicamente. Por instinto. Y sé que él primero apoyó su cara contra mis pechos y que luego los sacó a la fuerza de sus pequeños nidos y lamió mis pezones. Y los succionó. Y los mordió…
Y sentí como sus manos se agarraban con fuerza a mis nalgas. Y cómo uno de sus dedos se posaba suavemente en mi ano y lo masajeaba. Y me volví loca. Y que, cuando estaba a punto de volar, noté cómo él, entre estertores, me lanzaba un chorro caliente que llenaba mi vulva y la hacía mucho más resbalosa. Después volé.
Lo único que recuerdo es que, en mi explosión, con uno de mis brazo tumbé la botella de vino medio llena que estaba sobre la mesa y tuve que abrir los ojos…”
Nada más. Eso fue todo. No escribió más. Insisto. No sé quien me mandó este relato. Pero estoy seguro que fue ella. Había algo en él que la delataba pero no acierto a decir qué era…
Deseo que repita la experiencia y, si no puede, esperaré a que pueda. La rueca de los sueños eróticos siempre teje esperanzas.
Estas memorias están teniendo, afortunadamente, una gran aceptación entre los lectores. Lo demuestran el gran número de visitas que tiene semana tras semana y los comentarios que recibe. Por eso, de acuerdo con la dirección de Estrella Digital, he pensado realizar, dentro de la sección, un Experimento sexual: quiero que los lectores de ‘Memorias de un Libertino’ puedan publicar también sus relatos. Sus sueños. Sus experiencias. Sus deseos ocultos.
El tema erótico será libre. Sólo pido que el texto no sea mucho más de un folio de extensión y que mantenga un mínimo de buen gusto. Se podrán firmar con seudónimo y se respetará el máximo de discreción. Tanto se respetará que los relatos NO deberán enviarse a la redacción de Estrella Digital sino a [email protected] Este es un correo creado, especialmente, para recibirlos y para que sirva también para aclarar cualquier duda o consulta.
Por supuesto, si alguien lo solicita, puedo también ayudarle literariamente a mejorar su texto.
Esperamos recibir muchos relatos.
Memorias de un libertino