Llegó la hora de la verdad. Ahora, frente a un Congreso que rebosa una amplia mayoría parlamentaria, Mariano Rajoy hablará a la nación con el lenguaje del liderazgo, esa condición indispensable para que la sociedad se sienta arropada por el Gobierno. Pues es el gobierno quien asume la tarea de dirigir y de aplicar la política que los españoles hemos decidido en las urnas.
Ya no caben otras consignas ni otros enredos. En cada hogar de nuestro país se apuesta con esperanza y con un cierto optimismo por que la dureza de los ajustes, la fuerza de la política económica que se decida, sirvan para recuperar la España que necesitamos para confiar en nuestro futuro como ciudadanos. Serán detractores de ese mensaje los partidos de la oposición, pero se equivocarán si desoyen el sentimiento más fuerte que nuestra sociedad expresa con su inquietud. Queremos confianza, no crispación; queremos serenidad, armonía y grandeza en el desempeño de la tarea de gobierno. Que el Gobierno lo haga bien, y que la oposición, el PSOE, la fuerza más importante que tiene en frente, actúe con sabiduría.
Hayamos votado a quien hayamos votado, cada uno de nosotros es una porción de la España de las oportunidades que deseamos y anhelamos con fuerza. El cambio de gobierno no puede ser un gesto ni un símbolo, debe ser un punto de partida hacia una situación mejor, igual que siempre ha sucedido cuando los electores han decidido cambiar a quien nos gobierna. Y la obligación de todos los políticos debe ser aportar lo mejor de sí mismos para que eso ocurra.
El debate de investidura no es un trámite. Es el comienzo de algo nuevo y distinto. Para muchos será, seguramente peor, pero la mayoría expresada en las urnas es el arranque de otra forma y otro fondo que deben redundar en la búsqueda de una salida a este agujero económico en el que ya llevamos demasiado tiempo.
La lealtad democrática exige comportamientos llenos de grandeza. Y a esa grandeza apelo con el sentido de responsabilidad que la debe nutrir. Que haya debate, que haya polémica, discrepancia y contradicción: pero que haya nobleza en colocar los intereses de España, es decir, de todos y de cada uno de los españoles más allá de los límites del partidismo y de la visión sectaria de la política.
Que el gobierno gobierne, recordando el lenguaje de la Transición, cuando Suárez presidía el ejecutivo. Que gobierne y que lo haga bien, es lo que esperamos ahora. Mariano Rajoy tiene la solidez de su resultado y la compañía de un parlamento bajo su control. La oposición debe asumir su nueva condición en la Cámara y demostrar su alternativa con sentido común, ética e inteligencia. No hay excusas: que el cambio implique cuanto antes la extraordinaria consistencia de nuestro sistema, con sus errores y sus aciertos, y que la Democracia, con mayúscula, sea el refugio de todos los que queremos un país mejor, con más oportunidades, con más confianza, con más esperanza y con más grandeza, lo digo una vez más y cuantas sean necesarias, por parte de todos los que desde este día tienen el deber de no decepcionarnos y mucho menos, traicionar nuestros sueños.
Que todo vaya bien.
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Rafael García Rico