Hubo algún momento, durante el discurso de Mariano Rajoy, que tuve la desagradable impresión de que estábamos en febrero de este año, y que Mariano Rajoy le estaba diciendo al presidente Zapatero, lo que él iba a hacer cuando un día ganara las elecciones y llegara a ser presidente del Gobierno. Luego, enseguida, me he percatado de que la desasosegante impresión procedía de que algunas de las medidas que desgranaba se las había escuchado ya al señor Rajoy unas cuantas veces. Además de este efecto tautológico se observa que la intención del presidente investido va a ser un continuismo en la política económica, pero sin vacilaciones ni dudas, sin disimulos de cara a una galería que desde el primer momento le pondrá cara de perro, y que votará en contra, como ya ha anunciado, a pesar de esa revalorización de las pensiones. Luego, algunas novedades, como la ampliación del bachillerato un curso más para ver si logramos que los universitarios escriban sin faltas de ortografía, y la efectividad del mercado único, esa barbaridad de que una empresa española pueda exportar sus productos a cualquier país de la UE, sin ninguna dificultad, pero no pueda hacerlo a determinadas comunidades autónomas de España.
Creo que el PSOE se abstendrá, porque si vota en contra parece que vota en contra de la política económica llevada a cabo por su secretario general, y que lo mismo hará CiU por la razón de que no le ha sabido a suficiente vasallaje el anuncio de la negociación con las autonomías, entidades que están reconocidas en la Constitución, pero que componen la cristalización de la mosca cojonera en cualquier intento de desburocratizar y racionalizar la Administración. Si a Durán y Lleida el discurso le ha parecido demasiado centralista, algunos lo hemos encontrado excesivamente comprensivo. No hay que ser oráculo para prever que IU votará en contra. Lo que haga el grupo mixto, incluido Amaiur, me parece irrelevante.
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Luis del Val