Desde tiempos inmemoriales, nosotros, los mortales, nuestra especie evolucionada tanto como nuestros antepasados más lejanos, hemos mirado a las estrellas buscando en ellas las respuestas que en la tierra, en nuestros hábitats planetarios, éramos incapaces de encontrar.
Nos hemos hecho preguntas mirando al cielo, buscando en la disposición de los astros las respuestas a las preguntas complejas y angustiadas de una humanidad errante por el universo a bordo de un diminuto planeta azul alojado en el sistema solar. Pero las estrellas del firmamento no siempre se atisban en la oscuridad de la noche. En el firmamento negro, relucen estrellas rutilantes que los astrónomos han catalogado por su edad, su tamaño, su disposición en sistemas y por los planetas que iluminan con el reflejo de los de soles. Hay estrellas rojas, grandes, enanas. Las que crecen hasta explotar su energía al máximo y morir por agotamiento dejando en la tenebrosa oscuridad a sus satélites iluminados. Las estrellas son, están, algunas han sido y otras aún permanecen porque en la distancia, que es el tiempo, nos transmiten su energía vital dándonos la esperanza de alguna razón que va más allá de nuestro entendimiento para tanta pregunta sin respuesta.
Buscamos hacia el infinito desde los tiempos remotos. Pero yo encuentro las estrellas más cerca. Enciendo el ordenador y el misterio del universo desconocido se hace luz en mi pantalla. Además de las descritas hay estrella digital, una variante intelectual de un compendio de gases, elementos químicos y restos de la Creación, lo que algunos llaman con gracia el big-bang. Mi estrella es inteligente, piensa, siente y cuenta. Me transmite cosas que quiero saber y me razona lo que pasa desvelando el engranaje complejo de la vida cotidiana. Mi estrella es digital, es un ingenio hecho con la sabiduría de la mente y la pasión de los sentimientos que habitan el corazón.
En realidad mi Estrella Digital, es un universo de estrellas digitales, un grupo de periodistas jóvenes y valientes que se enfrentan cada día a la escasez de esta época dando lo mejor de sí mismos, y mismas que son mayoría, para hacer verdad un sueño de adolescencia, cuando quisieron ser lo que siempre han sido los periodistas. Los cronistas de un tiempo y un lugar. Pues ahora lo son, relucen en un cielo hecho de información y opinión, de relatos ye historias de cada día. Son la sabia que da fuerza a una sociedad que quiere saber, que quiere conocer, que quiere la verdad de las cosas.
Hoy mi artículo es para Álvaro, Ezequiel, para mi Alfonso, Alfonsito, y Patricia y para todas las estrellas de mis sueños de un periodismo independiente, veraz, auténtico, que surge de la voluntad de gente buena: ellos. A la Redacción, con mayúscula. Los conocí en las vísperas de Navidad. A ellas y a él. Son las tuercas, los cilindros, los tornillos y los chips que hacen posible la magia de este diario. Los conocí, decía, en vísperas de este día de ensueño que tendría que ser la Navidad, y fueron como la estrella de Belén que guió a los reyes magos al Portal. Son mi estrella polar, la que me dice a dónde tengo que mirar para conocer el camino de la verdad.
A ellos, las estrellas digitales que están en mi corazón por su profesionalidad, buen hacer, cariño y simpatía, les deseo una Feliz Navidad.
Sepan ustedes que se merecen lo mejor.
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Rafael García Rico