Como estaba cantado, Manzano que ya estaba sentenciado nada más hacerse cargo de nuevo del Atleti, fue despedido tras la eliminación a manos del Albacete, equipo de segunda B, que en el mismísimo estadio Calderón hizo que los seguidores rojíblancos sintiesen vergüenza de los suyos.
Por supuesto que a Gregorio Manzano le ha venido grande el Atlético de Madrid. No ha sabido gestionar una plantilla que nunca tuvo confianza en él. No ha sido capaz de repetir una misma alineación dos partidos seguidos. Cada semana cambiaba de criterio y terminó volviendo loco a los jugadores con tanto cambio. No supo ganarse al vestuario que lo veía como a un personaje lejano y sin personalidad. Manzano ha fracasado, pero los dirigentes del Atlético le han faltado el respeto y no han sido justos con el técnico jienense.
Pero no le señalemos como el gran culpable, tiene su parte de responsabilidad, pero es mínima si la comparamos con los que tienen el poder: Miguel Angel Gil y Enrique Cerezo. Uno, el hijo de Jesús Gil, que está desaparecido continuamente, y el segundo, Enrique Cerezo, muy visible pero sin poder alguno, solo de representación.
El Atlético de Madrid desde que se marchó Vicente Calderon , no ha sido un equipo serio. Con el gran Vicente, fue un conjunto envidiado que estaba entre la elite del fútbol español. Se fue Calderón, y el caos se apoderó de la ribera del Manzanares. El mandato de los Gil, ha sido lo peor que le ha sucedido al Atlético de Madrid que pasó de un ser un equipo grande, a ser uno más del fútbol español. Así que no echemos la culpa de los males de este Atleti al pobre Manzano. Eso no es querer ver la realidad.
Gregorio Manzano no es el culpable de los lamentables 25 años del Atlético de Madrid iniciados cuando el fallecido Jesús Gil accedió a la presidencia. No es el culpable de los más de 50 cambios de entrenador, de los centenares de fichajes, de los continuos fracasos, del descenso a Segunda en el año 2000, de las decepciones de una afición desengañada..
Ahora, Cholo Simeone va a llegar como gran salvador y bajo su batuta, se dirá que el Atlético volvérá a ser uno de los faros del fútbol español. Muerto Manzano se acabó la rabia. Los dirigentes del equipo rojiblanco seguirán sacando pecho y hasta echarán mano de los últimos éxitos conseguidos: tres Copas del Rey, una Europa League, una Liga y una Supercopa europea en estos últimos cinco lustros. Pero la realidad es bien distinta.
Antes de la era Gil y del peculiar Alfonso Cabeza, el equipo rojiblanco estaba entre el segundo y tercer equipo de España. Era el gran enemigo del Real Madrid, el que ganaba Liga cada tres o cuatro años, el que se asomaba a la final de la Copa de Europa. Un grande. Y no exagero, aunque a los más jóvenes esto les pueda parecer que son los cuentos del abuelo, pura invención. Pues no, el Atlético estaba en los puestos de cabeza luchando con el Real Madrid y Barcelona por la hegemonía del fútbol español.
Desde los últimos 25 años a esta parte, el Atlético pasó a la ruina más absoluta por culpa de unos dirigentes que se afianzaron en la propiedad del club en la época de su conversión en sociedad anónima con unos métodos escasamente ortodoxos y ya desvelados y sentenciados en sede judicial, aunque la prescripción de las supuestas irregularidades impidiera tomar medidas.
Llama la atención comprobar como a pesar de los hechos tan claros y meridianos, todavía hay medios de comunicación y aficionados, eso sí cada vez menos, que evitan rascar en la realidad y se quedan en la superficie de un nuevo cambio de entrenador como método curativo para otra nueva crisis cuando la única realidad es que el Atlético es un club paralizado por unos dirigentes que nada hacen para reflotar el barco.
No puede ser que año tras año se repitan los mismos errores y no surja un mínimo examen de conciencia de unos dirigentes que tienen el mérito de haber convertido a un gigante del fútbol en una entidad menor, un club transformado en simple zona de tránsito para las figuras que todavía se atreven a vestir su camiseta.
Ahora, el Atlético de Madrid se ha convertido en un club chatarrero de compra y venta. Si triunfan canteranos como Torres y De Gea o una estrella como el Kun Agüero, acaban marchándose tarde o temprano. Es la maldición a la que ha conducido una gestión alejada de la cordura y del interés del equipo rojiblanco. Falcao, su último gran fichaje, si acaba la temporada en plan goleador también se largará. Como tantos otros, los grandes ya no echan raíces junto al río. Sólo se quedan esos gestores que han conducido al Atlético de Madrid a una especie de maldición que le está atenazando hasta perder su propia identidad. Jamás tan pocos hicieron tanto daño.
El Cholo Simeone es el siguiente en engordar la larga lista de entrenadores del Atlético de Madrid. ¡Ojala! triunfe, pero mucho me temo que será otro al que quemen más pronto que tarde. Y el fuego lo volverán a encender Miguel Gil y Enrique Cerezo, el dúo que está lastrando la historia de grandeza del Atlético de Madrid. Si alguien sobra en el Atlético, son ellos.
Por cierto, ¡Feliz año 2012 a todos!
Alfonso Celemín