Los congresistas Republicanos, la noche de la votación que el martes negaba la rebaja de las retenciones a 160 millones de estadounidenses, se encerraban en una sala de prensa del sótano del Capitolio durante más de dos horas.
¿Buscaban la forma de explicar a los electores la razón de que en la práctica estén imponiendo una subida de los impuestos a la clase media tras sacar adelante ventajas fiscales mucho mayores para las rentas altas? ¿De justificar la desaparición de un compromiso bipartidista con el apoyo de todos los Republicanos del Senado menos 7 y la aprobación tácita del presidente de la Cámara John Boehner?
Niet. Resulta que la noche del lunes hablaban de sus escenas favoritas de «Braveheart». Unos 10 congresistas Republicanos salían a la palestra para compartir su recuerdo de la película de Mel Gibson, indicaban fuentes Republicanas a mis colegas del Washington Post Paul Kane y Rosalind Helderman.
Un miembro hablaba de la escena apócrifa en la que el rebelde irlandés del siglo XIII William Wallace ordenaba a sus tropas mandar a los ingleses a la luna. Otro legislador recordaba la escena en la que Wallace ordenaba a los rebeldes mantener posiciones antes de levantar sus lanzas contra la caballería inglesa a la carga.
Esto invitaba a los legisladores reunidos a corear: «Hold! Hold! Hold! Hold!»
Finalmente, hacia el final del encuentro, el congresista de Utah Rob Bishop se levantaba valientemente para decir a sus colegas que él odia la película. Presentó una moción para prohibir cualquier mención de «Braveheart». Sus colegas se reían e interrumpían. La moción no se adoptó.
Pero Bishop tenía razón: «Braveheart» es una elección inefablemente mala para la representación Republicana en la Cámara.
Para empezar, los Republicanos representan más que nada la postura contra-«Braveheart»: en esta lucha, son los nobles que oprimen a los campesinos a base de impuestos. Después, los escoceses a los que emulan fueron derrotados y masacrados, y Wallace fue capturado (traicionado probablemente por su propio bando) y luego arrastrado y descuartizado.
Que los congresistas Republicanos vayan a apoyar una causa perdida y a su líder mártir conduce a su principal problema en la mayoría: prefieren exponer una idea antes que gobernar el país. Y en este caso, no está del todo clara la idea que intentan exponer.
¿Asegurarse de que las bajadas de los impuestos están justificadas? Durante la última década, los Republicanos aprobaron miles de millones de dólares en bajadas de los impuestos, a las rentas altas sobre todo, sin compensarlas.
¿Quieren que la ampliación de la bajada de las retenciones sea a un año en lugar de dos meses solamente, como aprobaba el Senado? ¿Entonces por qué tantos Republicanos criticaban originalmente cualquier ampliación de las bajadas de las retenciones?
Al tumbar el compromiso del Senado, aprobado 89 a 10 con 39 votos Republicanos, la representación Republicana recurría a una variante del mecanismo legislativo que tramita un proyecto de ley sin debatirlo en su totalidad que ellos criticaban cuando los Demócratas lo propusieron durante el enfrentamiento de la reforma sanitaria. Renegando de su promesa de someter a votación el compromiso del Senado, los líderes Republicanos Braveheart sacaban adelante una resolución que rechaza la medida del Senado sin votación directa.
El secretario de la representación, el congresista de Texas Jeb Hensarling, que exigía una vista entre la Cámara y el Senado para zanjar diferencias, invitaba a sus colegas a «volver y fijarse en la repetición de la jugada» para ver «cómo se zanjan las diferencias entre la Cámara y el Senado». Pero esto ignora el hecho de que los Demócratas del Senado ya habían alcanzado un compromiso con los Republicanos del Senado; Hensarling solicitaba que se comprometieran con su propio compromiso.
Tampoco es que los congresistas Demócratas se distinguieran mucho. El congresista de Massachusetts Jim McGovern afirmaba que los Republicanos habían impuesto «la ley marcial». El congresista de Washington Jim McDermott sacaba ante el pleno un calcetín de Navidad y un trozo de carbón. La californiana secretario de la oposición Nancy Pelosi recordaba una broma de Woody Allen («la comida en este sitio es mala con ganas… y de raciones pequeñísimas») que ella atribuía al jugador de béisbol Yogi Berra.
Pero eso no dejaba mejor la actuación de los Republicanos «Braveheart». No fue la primera invocación legislativa de la película (el legislador Dick Gephardt se presentó en una ocasión vestido de William Wallace siendo líder Demócrata en la Cámara), pero hasta la fecha no se había suscrito con tanto entusiasmo.
«Mire, es un momento ‘Braveheart'», decía el congresista Republicano de Georgia Phil Gingrey en Fox News el lunes, describiendo las instrucciones de los congresistas Republicanos a Boehner. «Usted, señor presidente legislativo, es nuestro William Wallace. Vamos a la batalla».
Al parecer muchos otros opinaban de la misma forma. Los becarios salían del encuentro de la representación Republicana a las 18:45 el lunes para anunciar un receso de cinco minutos. Pero la noche cinematográfica improvisada de los Republicanos no acabó hasta las 20:17, cuando Boehner, con la cara igual de naranja que azul la tenía Mel Gibson, salía con sus legisladores Braveheart en medio de una nube de tabaco con destino a su inevitable tragedia.
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Dana Milbank