lunes, noviembre 25, 2024
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El lenguaje del gobierno

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El presidente Rajoy calla. De líder de la oposición repetía que hablaría cuando tuviera algo que decir. Por ahora, calla y deja la palabra a la vicetodo, Soraya Sáenz de Santamaría, y a sus ministros. Rajoy también prometió “la verdad por delante” y usó el viejo refrán de “llamar al pan, pan y al vino, vino” para distinguirse de su predecesor. Pero la verdad es incómoda y tiene muchos nombres. El Gobierno no ha hecho más que arrancar y ya se ha parapetado en los tecnicismos de Luis de Guindos, el lenguaje ideologizado de Ana Mato o la altanería de tertulia televisiva de José Ignacio Wert. Para remate, Ana Botella se estrena en la Alcaldía de Madrid prometiendo austeridad frente a ese “hombre que piensa en grande” con el dinero de los ciudadanos, el ahora ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón. El candidato que ganó unas elecciones hace seis meses sabiendo que dejaría la Alcaldía.

El lenguaje retrata. Rajoy calla, pero las palabras del gobierno predicen sus políticas.

A Luis de Guindos le bastó una comparecencia para engancharse a la costumbre de olvidar la recesión y preferir el oxímoron crecimiento negativo. Refugio economicista contra la realidad y el lenguaje de la calle. Juan de Mairena pondría el grito en el cielo. Zapatero negó la crisis, el gobierno Rajoy comienza por la jerga tecnocrática. Al pan…

…Y al vino. Primera mujer asesinada por su marido de la etapa Rajoy. Un hombre descerraja un tiro con escopeta de caza a su esposa y Ana Mato condena desde Sanidad e Igualdad un caso de “violencia en el entorno familiar”. De machismo, ni rastro. Por algo el PP ha mantenido una larga contestación a la Ley contra la Violencia de Género y ha avivado el debate de la norma que castiga la dominación y la discriminación de las mujeres. En la familia todo queda en casa, ya se sabe.

A José Ignacio Wert le faltaba tiempo. El ministro de Educación Cultura y Deportes lleva un tiempo sin tertulias y los hábitos son obstinados. Wert es un hombre enérgico, acostumbrado a abalanzarse con la palabra para engatusar a la cámara. No podía esperar. La ley Sinde concentraba la expectación como las subvenciones del cine. Wert no defraudó. Defensa de la propiedad intelectual con modos desafiantes sin explicar la reforma prometida en el programa electoral. Acostumbrado a medir la respuesta pública gracias a su formación sociológica, Wert sabía que el titular era suyo.

“¡Intelijencia, dame el nombre exacto de las cosas!”, clamaba Juan Ramón Jiménez. Pero la poesía no es para ministros. Antes que la verdad poética, “que mi palabra sea la cosa misma”, prefieren la verdad ideológica y los titulares. El lenguaje del poder crea y enmascara. Nos queda la crítica democrática: “el nombre exacto, y tuyo, y suyo, y mío, de las cosas”.

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Juan Varela

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