La confusión es la tónica de este tiempo. Con Zapatero porque nunca sabíamos cuál era la verdad y ahora, con Rajoy, porque las declaraciones y los datos se van cruzando de un lado a otro. Para empezar las opiniones de Merkel y Luis de Guindos, sobre la bonanza o no de la economía para este año que acaba de comenzar, no termina de coincidir. Mientras nuestro ministro, y por extensión el nuevo Gobierno popular, mantienen un pequeño atisbo de esperanza, Ángela, Doña Ángela, más teutona y desconfiada, dice que este será un año muy difícil.
Por otra parte ya se está acabando el buen rollito entre el Gobierno, ahora del PP, y la oposición, liderada por los socialistas. Se acabaron esas declaraciones reiteradas de Rajoy aplaudiendo el tono de Zapatero durante el traspaso de poderes. Lo que se decía de que el déficit a finales de 2011 sería del 6%, dato del que recelaban los entonces futuros responsables del PP, se ha convertido en un 8% y posiblemente más, según el ministro de Economía de la era ‘popular’. Dos puntos que han obligado al candidato Rajoy a incumplir su palabra de no subir los impuestos, bajo la justificación de que “o lo hacíamos nosotros o nos lo hacían desde fuera”. Entonces, digo yo, el buen rollo del expresidente del Gobierno tenía una trampa, ¿o no?. Ahora dicen los ex responsables económicos que el presidente del Gobierno ya conocía el dato antes de ocupar la Moncloa, cosa que niega D. Mariano. Lo conociera o no, la realidad es que a nosotros, a todos los demás que miramos con un cierto recelo el caminar de los políticos, bien sea en el Gobierno o en la oposición, nos lo han puesto un poco más difícil y eso que algunas dificultades empiezan a tocar límites y líneas rojas.
Lo que no se puede negar es que se empieza a gobernar. Asistimos al principio de una era nueva en la que no se aplazan las decisiones. Sin ningún pudor se ha aprobado la Ley Sinde, una norma socialista que ve la luz de la mano de los conservadores. Se aplaza el cierre de Garoña porque, ha dicho el ministro Soria, no se puede despreciar una fuente de energía tan barata como la nuclear. De acuerdo, nada que objetar. El PP siempre ha defendido esta opción, aunque el terremoto, el tsunami y el accidente de Fukushima creó un cierto nivel de nerviosismo y dificultad a la hora de pronunciarse para quienes se declaraban partidarios de las centrales nucleares. La verdad es que son pocos los que apuestan por ellas, pero ante la contaminación del petróleo y los precios en tiempos como estos que vivimos aconsejan decisiones firmes y valientes. Y eso que ha hecho el nuevo Ministro de Industria es una decisión firme, valiente y bien justificada porque incluye algunos beneficios, aunque sean pocos, en las tarifas. Esperemos que acierte por el bien de todos.
Se van tomando decisiones y conociendo lo que será el recorrido de Rajoy aunque faltan algunos símbolos, que tienen menos importancia en la vida cotidiana de la gente pero que siempre son importantes. En ellos se basa gran parte de la crítica y de la propaganda. Nos referimos a la denominación de matrimonio entre los homosexuales, la ley del aborto, la posibilidad de aprovecharse de ella a las niñas de 16 años sin la autorización paterna y la prohibición absoluta de fumar en los bares, restaurantes y centros de ocio. Ahí seguimos a la expectativa por si se produce alguna variación.
Pero mientras llega alguna novedad en este sentido, la banca ha sacado tajada del cambio de gobierno. Se aprueba un aval del Estado a la banca por un importe de cien mil millones de Euros. Una medida que Rajoy ya apoyó estando Zapatero en Moncloa y que ahora se reproduce con cierta similitud. Es verdad que no se trata de dar dinero a los bancos, sino un poco de confianza para que la economía encuentre un respiro y nazca un camino de progreso. Estas decisiones son buenas si funcionan bien y muy criticables si, finalmente, no contribuyen a una reacción de los créditos y la bonanza de la pequeña y mediana empresa que, supongo, es el objetivo del gabinete Rajoy.
Estamos en ello, ya veremos. No obstante Feliz Año.
Estrella Digital respeta y promueve la libertad de prensa y de expresión. Las opiniones de los columnistas son libres y propias y no tienen que ser necesariamente compartidas por la línea editorial del periódico.
Pedro Fernández