Como casi todo es horroroso, consuelan enormemente las pequeñas cosas que, cuando menos, no hurgan en la herida: el homenaje a Unamuno en Bilbao, los partidos de fútbol entre guardias civiles y gitanos… Por lo menos, se trata de sucesos para cuya descripción no se necesita aludir a las primas de riesgo, a los recortes, al déficit, a los dividendos, a las subidas de impuestos, al precio de la deuda y a cuantos camelos usan explotadores y usureros para adobar sus rapiñas. Pero hay algo más: una gran ciudad, Bilbao, se reconcilia con un hijo, y gitanos y guardias civiles, o sea, el día y la noche, el perro y el gato, el ying y el yang, la cara y la cruz, el agua y el aceite, se divierten juntos.
El último día de 2011 se cumplieron 75 años de la muerte de don Miguel de Unamuno, y Bilbao, representado por su buen alcalde Azkuna, le reconoció al fin, plenamente, como hijo. La pena de la que murió el vasco, la de haberse equivocado de manera radical y absoluta respecto a la condición e intenciones de los rebeldes fascistas, no murió con él, que tanto había acertado antes de equivocarse tanto, sino que continuó durante éstos 75 años en el desencuentro entre la memoria del intelectual y las nuevas generaciones de su tierra, cristalizando en algo casi peor que el olvido. Una corona de flores y unas palabras en el curso de un acto sencillo han bastado para la reconciliación y el alivio.
Bajo las historias y chistes protagonizados por gitanos y guardias civiles, un clásico del imaginario colectivo español, se halla uno de los casos de persecución más contumaces y crueles de la historia, que, por lo demás, se corresponde con el calibre de la persecución que ha sufrido secularmente en España el pueblo gitano. Las cosas han cambiado, es posible que no tanto como debieran, pero han cambiado, y esos partidillos de fútbol entre navideños y benéficos que éstos días han jugado en Navia, en Muriedas y en otros lugares, lo confirman. Uno y otro suceso, el de Unamuno en su casa y el del dios de la bonhomía en la de todos, guardias y gitanos, se han colado de refilón en los periódicos y en los noticiarios entre las malas noticias. Gracias.
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Rafael Torres