Pese haber recibido el mayor castigo electoral de los últimos treinta años, una parte de los dirigentes del PSOE parece que no se han dado cuenta de lo que ocurrió el pasado 20-N. Son los mismos que tampoco quisieron o supieron interpretar la premonitoria derrota del 20 de Mayo, cuando sus votantes tradicionales les abandonaron en ayuntamientos y comunidades autónomas. Aquella primera derrota debería haber encendido las luces rojas. No fue así. El aparato central del partido optó por un cierre en falso, abortando el procedimiento de primarias, dejando en la cuneta a Carme Chacón y cooptando a Pérez Rubalcaba como candidato a la Presidencia del Gobierno. A la vista está lo que meses después sancionaron los electores socialistas. Quedó claro para todos. Para todos menos para el principal derrotado y quienes les acompañaron en el desastre: los barones regionales. Ninguno consiguió la victoria en su territorio.
Por eso ninguno quiso abrir un debate crítico acerca de los errores políticos cometidos durante la gobernación de Zapatero, errores que habían servido en bandeja la mayoría absoluta al Partido Popular. No quisieron entonces abrir un proceso de autocrítica, nadie se atrevió a repudiar la deriva «zapaterista» impuesta al conjunto del partido por el sanedrín de Ferraz (patroneado por Blanco en alianza con Rubalcaba) y, ahora, pese a la debacle, parece que quieren volver a las andadas. Es un caso único de ceguera política: quien ha llevado al partido a su mayor fracaso electoral, pretende seguir al timón como si nada hubiera pasado. Tiene razón Rodríguez Ibarra al decir que en una empresa privada, tras la debacle del 20-N, lo de Rubalcaba habría terminado en despido. Claro que, con arreglo a esa lógica, tampoco se entiende muy bien por qué la empresa iba a seguir contando con una Carme Chacón de quien nadie recuerda una sola crítica a política seguida por Zapatero, origen y causa de la histórica derrota sufrida por el Partido Socialista.
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Fermín Bocos