Reconozco que tengo una cierta debilidad por Alfredo Prada. Para mí, es un gran político. También puede ser que mi corriente de simpatía hacia él naciese después de ver como la acorazada mediática de Zapatero le tiró a dar, impunemente, durante meses. Mejor, durante años. A Prada, el diario El País, por poner un ejemplo, le dedicó tanta tinta que terminó ensuciando al propio periódico.
Siempre supe, aunque estuvo en todas las quinielas, que Alfredo Prada no sería ministro pese a tener toda la confianza de Rajoy. Es más, creo que Rajoy siempre pensó que lo tenía que llevar a otro escalón y de otra escalera. No le quería en el Gobierno, ni en la Administración. Le quería en un puesto que, posiblemente, no fuera de relumbrón pero si eficaz. Entonces, no supe cuál. Sólo sabía que Alfredo Prada era de esa gente que Rajoy tenía en la recámara para colocar, junto a otros pesos de confianza, en esos puestos difíciles, pero definitivos para su gestión, porque le cubrían flancos importantísimos.
Alfredo Prada presidirá, finalmente, la Comisión de Justicia en el Congreso de los Diputados. Y esa será una Comisión fundamental en esta legislatura. Posiblemente, la más importante. Porque cuando todo el mundo habla de economía, de parados, de política exterior, de autonomías en quiebra y de tantos y tantos problemas como tiene la España postZapatero, a todos se les olvida que España tendrá que afrontar, en esta legislatura, la recomposición de una de las patas en las que se sostiene la democracia: la Justicia. El Poder Judicial. Un Poder Judicial que está hecho unos zorros. Politizado, sin prestigio y carente de credibilidad. Y reformarlo será un drama.
Pero si esa será una labor impresionante y encomiable del Gobierno de Rajoy, junto a ella, Alfredo Prada tendrá que gestionar otra mucho más delicada. En esta legislatura, los españoles vamos a asistir a la desaparición de ETA. Y eso tiene el peligro de caer en la tentación de blandear con los etarras. Y ahí es donde Prada, desde la presidencia de la Comisión de Justicia, debe mostrar su categoría política y su saber hacer para evitar que la muerte por asesinato en esta tierra salga gratis.
Por eso digo que, aunque lo suyo no sea un cargo de relumbrón, por esas tareas se le juzgará en tiempos venideros. Espero que no me defraude.
Pinocchio