Ayer, el presidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán, anunció la fecha del final de la Transición en España. Será el 25 de marzo. En ese día se celebrarán las elecciones andaluzas.
En los últimos tiempos hemos vivido una locura tan grande que, en nueve meses, vamos a asistir a tres elecciones distintas. Como si fuésemos ricos. Y, al menos dos, se podían haber celebrado juntas. En mayo de 2011 fueron las municipales y autonómicas; en noviembre de ese mismo año, las generales y ahora, en marzo de 2012, las autonómicas andaluzas. Las generales se podían haber celebrado con las municipales y autonómicas sin problema y algo se hubiera ahorrado (incluso, dolores de cabeza), pero Zapatero no quiso. Y las andaluzas podían haberse celebrado con las generales por el mismo motivo, pero Griñán no quiso tampoco. Ambos dirigentes socialistas creían que eso les beneficiaba. No importa lo que cueste, lo que importaba era que les beneficiase a ellos. Zapatero lo pagó bien caro. Griñán, lo pagará.
Dicho esto, lo mejor de todo lo relacionado con las elecciones andaluzas del 25 de marzo es que, con la previsible derrota socialista, se acabará la Transición en España.
Por fin Andalucía y, en definitiva España entera, pasará de un régimen autocrático de facto a uno basado en la alternativa de poder y se podrán abrir las ventanas del Palacio de San Telmo porque, después de 35 años de apisonadora socialista, debe haber muchos »muertos» en los armarios. Y lo digo por lo mal que huele. El olor de tema relacionados con EREs falsos, chóferes, Mercasevilla, hijos e hijas, sobrinos y hermanos pasa hace años Despeñaperros y llega hasta toda España.
Yo soy de los que piensa que los andaluces ya están cansados de esta dinastía socialista que les ha gobernado y que los van a mandar a casa, aunque nunca se sabe. Lógicamente, respetaré su voluntad si no lo hacen. Pero, en ese caso, pensaré que Gaspar Melchor de Jovellanos llevaba razón cuando dijo que los pueblos tienen el Gobierno que se merecen.
Pinocchio