lunes, noviembre 25, 2024
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Las tetas del infierno

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En poco tiempo hemos pasado de «Sin tetas, no hay paraíso» a darnos de bruces con las tetas del infierno, donde miles de mujeres españolas, que se sometieron a un implante mamario, están expuestas a padecer un cáncer o a sufrir consecuencias fisiológicas irreversibles.

Frivolizar sobre el implante mamario es una postura machista, en la que enseguida se llega a la conclusión de que las mujeres que se hicieron el implante para neutralizar una mastectomía, a consecuencia de un cáncer, tienen todo el derecho a que la Seguridad Social se haga cargo de su caso, pero las demás, no. Es decir, que si la Administración deja pasar una ginebra en malas condiciones, y miles de españoles se quedan ciegos por tomar un gin tónic en el bar, que se jodan por beber.

La Administración es responsable de un implante, importado de Francia, hecho a base de productos industriales, que la desidia de la Administración, la indolencia de los funcionarios  o la desgana del Ministerio de Sanidad permitieron que se usara, de la misma manera que la apatía de las autoridades hicieron posible la comercialización del aceite de colza, de cuyas víctimas hubo de responsabilizarse el Estado. Y los jueces no le preguntaron a nadie si utilizaba el aceite de colza para aliñar sanas ensaladas de tomate o para freír grasientos torreznos. Introducirse en la intencionalidad de la mujer que se somete a un implante mamario -que, por cierto, no es una juerga- es digno de espíritus inquisitoriales, torquemadas de a pie, que más vale que no alcancen cotas de poder en nuestra sociedad, porque pondrían estrellas amarillas en las camisas de quienes no pensaran como ellos.

El gobierno, y sus abogados del Estado, pueden aplazar lo que quieran el asunto, pero lo más honrado sería reconocer un derecho que los jueces contemplarán tarde o temprano, y evitarse manifestaciones que desgastan a las víctimas, les hacen sufrir y no solucionan un problema que es necesario afrontar sin pérdida de tiempo, porque los muertos, si se producen, no añaden concordia.

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Luis del Val

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