El azar siempre está presente en la historia de los pueblos, como si se tratase de un guardián invisible de la corrección de los juicios de esa historia. El azar ha querido que la muerte de Fraga y el primer juicio contra Garzón irrumpieran en el dolorido solar de esta España nuestra en las mismas horas, bajo la misma desolación, en medio de la misma tragedia de la economía y de la autoestima patrias. Tal vez para someternos a una dura prueba, la de ver cómo son tantos los que pasan por alto las culpas del ministro de Franco que se fue sin condenar la dictadura y sus crímenes y cómo son tantos los que no salen en defensa del juez que se atrevió a iniciar un proceso que juzgase esos crímenes contra la Humanidad. Qué prestos y sueltos hemos estado para dejar a un lado la historia de servicios a la dictadura de ese hombre que luego aceptó la democracia. Qué avaros hemos sido de nuestra grandeza para consentir que sentaran en el banquillo vengativamente al gran juez por unas escuchas avaladas también por otros jueces y fiscales y nunca con animus delinquendi.
Disculpamos a Fraga de sus compromisos con la dictadura en base a unos servicios posteriores a la democracia. Y no disculpamos a Garzón de un posible error interpretativo de las leyes en base a unos servicios permanentes y de valor incalculable a la justicia, a la democracia y al respeto universal a los derechos humanos. Si así son nuestras varas de medir a estas alturas, que Dios nos ampare en su infinita bondad y sabiduría para que no nos precipitemos en el barranco de la ignominia o en el infierno de la indignidad. Nos salvan esos grupos de ciudadanos que se manifiestan en contra. Nos salvan los políticos, sobre todo de izquierda, que salen al paso del atropello. Leo que Iñaki Gabilondo califica el juicio a Baltasar Garzón de «vendetta de una familia de la justicia que se la tenía guardada» y oigo que Cayo Lara afirma que esto es una cacería. A Garzón no se le perdona su persecución de la corrupción y su denodado esfuerzo por limpiar la historia de la impunidad franquista.
¿Reaccionaremos a tiempo?
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Pedro Calvo Hernando