Nicolás Sarkozy, presidente de Francia, es un caballero que acostumbra a hablar claro. Fue muy claro, por ejemplo, en su respuesta a David Cameron, cuando harto del filibusterismo del «premier» británico en la última cumbre europea le dijo que dejara de darles lecciones acerca del futuro de la moneda europea común puesto que el Reino Unido ni está, ni quiere estar en el euro. Francia acaba de sufrir una rebaja en su calificación de solvencia financiera; la agencia «Standard & Poor’s» le ha rebanado su triple «A» y París respira por la herida. No sin razón, califica de arbitraria dicha decisión y, a juzgar por lo que deja dicho a su paso por Madrid, Sarkozy se dispone a contraatacar. Lleva meses ponderando la conveniencia de poner en marcha la llamada «tasa Tobin», un impuesto a las transacciones financieras que quiere implantar antes de fin de año. Ha invitado a Rajoy a que haga lo propio, pero nuestro presidente, aunque no se declara contrario, tampoco es un partidario entusiasta de este impuesto cuya razón última sería frenar algo el trajín de las transacciones financieras desbocadas.
La City de Londres, el centro del mercado mundial de las finanzas cuenta con el apoyo de Cameron para seguir con las borracheras de apuntes contables. Un experto decía hace poco que buena parte de las economías actuales se basan en papel, en valores puramente teóricos. Las cantidades que circulan a diario en los mercados de divisas representan 50 veces el valor del mercado de transacciones en productos tangibles y servicios no financieros. A esa locura le quiere salir al paso Sarkozy con la «tasa Tobin» bajo el brazo. A ver si Rajoy se anima y pasa de las musas al teatro y también España consigue un respiro para recuperar empleo, abrir empresas y poder pagar nuestras deudas.
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Fermín Bocos