Se pretende vender la Reforma Laboral como la panacea para la creación de empleo, cuando lo cierto es que la que se anuncia terminará de destruirlo. Otra cosa sería que dicha Reforma lo fuera para infundir más cualificación, mayor estabilidad y mejor remuneración al trabajo, pero los tiros no van por ahí, sino directos a la dignidad del trabajador, que, una vez fusilado por esos proyectiles de miserabilización que se proponen, quedará convertido definitivamente en esclavo sin otra esperanza de manumisión que la de acertar con el gordo de la Lotería, y ni aun así.
Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad, decía Goebbels, y la de que para salir de la crisis y acabar con el paro es preciso que los que ganen poco ganen menos lleva repitiéndose novecientas y pico. La verdad de verdad, que apenas se repite por lo mucho que incomoda al decoro intelectual la reiteración de lo obvio, es que bastaría que la legión de sinvergüenzas que han saqueado España devolvieran el botín robado, y que los empresarios fueran obligados por ley a reinvertir en sus empresas y a repartir más equitativamente entre sus empleados los beneficios, y que se privilegiara el talento sobre el enchufe en el mundo laboral, y la honradez sobre la golfería, para que, de súbito, nos encontráramos con un remanente tranquilizador para afrontar la crisis económica internacional que ha provocado la usura de «los mercados». Basta también escuchar las amenazas de las llamadas «agencias de calificación» para que se imponga cuanto antes la reforma que instituirá más horas de trabajo, menos de asueto y de disfrute familiar, menos salario, menos indemnización por despido, menos y peores convenios, menos derechos y menos todo, para calibrar el alcance de esa conspiración dineraria, clasista, facha, voraz, que pretende retrotraer el mundo del trabajo, y los derechos de los trabajadores, a los albores de la Revolución Industrial.
La Reforma Laboral, en fin, no creará trabajo digno de ese nombre, sujeto a la justa reciprocidad entre patronos y empleados. Antes al contrario, destruirá lo poco que queda de él.
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Rafael Torres