El Partido Popular lleva un mes en el Gobierno y los desmentidos entre ministros se han convertido en práctica habitual. No hay semana en la que no sorprendan al personal anunciando una nueva medida económica, un nombramiento, o un posible recorte, que no sea tachado de inverosímil por algún compañero de mesa en el Consejo de Ministros.
Este juego de colegas podría resultar incluso divertido si no generara sensación de improvisación, de dar palos de ciego frente a las reformas que acometen, además de suscitar falta de credibilidad (¡tan pronto!).
En concreto, el responsable de Hacienda, Cristóbal Montoro, que asombró a propios y extraños al anunciar sanciones penales contra los dirigentes políticos que gasten más de lo presupuestado, ha sido corregido este viernes por la vicepresidenta. No habrá pena de cárcel para los despilfarradores; la sanción consistirá en la inhabilitación para ejercer cargo público.
Pero no ha sido ese el único correctivo que ha recibido el responsable de Hacienda de manos de Soraya Sáenz de Santamaría. También han sido desmentidas, y con rotundidad, sus declaraciones a un periódico alemán, en las que aseguraba que España no podría cumplir el objetivo del 4,4% de déficit para 2012. El Gobierno va a cumplir su compromiso con Bruselas «cueste lo que cueste», ha dejado claro la mano derecha de Rajoy.
Ante el silencio del jefe, ministros como Cristóbal Montoro han descubierto su minuto de gloria y la posibilidad de ocupar portadas de periódicos. Es uno de los riesgos de llevar ocho años en la oposición: cuando se recupera el poder el ansia de protagonismo puede perder al político más veterano. Esa locuacidad lleva aparejada la posibilidad de que te dejen con las posaderas al aire. Además, siembra la duda de si Montoro sabe lo que se hace, si está siguiendo un plan elaborado, o si cada día improvisa una ocurrencia.
No es el único. Luis de Guindos, ministro de Economía, también en unas declaraciones al ‘Wall Street Journal’ (salir en la prensa internacional debe ser lo más), dio por hecho que el ejecutivo iba a incluir en la reforma laboral una solo modalidad de contrato, a tiempo completo y con cláusulas comunes para todos los nuevos trabajadores. Pues parece que todavía no está decidido si va a haber un contrato único, o cuatro, o tres, o cinco. La vicepresidenta y portavoz, tras afirmar que el Gobierno tiene «las cosas claras» sobre el alcance de la reforma laboral, no ha ocultado el interés con el que siguen los cambios que en esta materia están haciendo los países vecinos.
¿No sería más práctico que, en lugar de tener que desdecirse cada viernes, la vicepresidenta coordinara, de verdad, a los ministros. Les repartiera cada semana un argumentario para que dejaran de improvisar o de inventarse reformas? Sería muy de agradecer.
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Victoria Lafora