La celebración de elecciones «primarias» en los partidos para designar candidatos o equipos de dirección es, sin duda, un ejercicio de democracia interna que, como mínimo, faculta a quienes las realizan para hablar con algún fundamento de democracia a los ciudadanos. En ese sentido, el PSOE está cumpliendo con el elemental requisito de congruencia y ejemplaridad que debería exigirse por ley a todos los partidos, pero el desbordamiento mediático de la lid entre los que se postulan, Chacón y Rubalcaba, todo ese jaleo de congresillos, delegados, ruedas de prensa, mitincillos, federaciones locales, consensos, disensos, dimes y diretes, desnaturalizan en parte el proceso, que deja de ser lo que debiera, interno.
Si una familia decide, ante la inminente llegada de invitados a casa, hacer zafarrancho de limpieza, llevar las cortinas al tinte, desempolvar la vajilla buena o adecentar el cuarto de los trastos por si se quedan a dormir, va y lo hace, pero no le da la brasa a nadie, o no debería, con esos preparativos de andar por casa, nunca mejor dicho. Desde luego, y en tanto los invitados llegan, los adultos siguen yendo al trabajo o en su busca, los niños siguen acudiendo a la escuela y pillando todos los virus que encuentran, y los abuelos, si los hubiere, siguen ocupándose de los niños y de sus virus. Sin embargo, estando el PSOE en el trance de recibir/elegir a sus huéspedes, parece dedicar a ello toda su atención y todas sus energías, versando el mensaje que emite al exterior exclusivamente sobre eso. ¿Pero no es el principal partido de la oposición? ¿Para cuándo lo deja? ¿No le obligan los siete millones de votos obtenidos el 20-N a ejercerla permanentemente y con cierta convicción?
Del PSOE se sabe hoy, dejando a un lado sus «primarias», que tiene un montón de diputados, senadores, consejeros y concejales impávidos y silentes, no sea que, según quién la haga, no vayan a salir en la foto. Y poco más. Con la que está cayendo, y con cómo el gobierno del PP hace que caiga, tal vez el PSOE debiera reducir a sus justos términos su zafarrancho.
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Rafael Torres