Queda demostrado que si estás perdido en una cumbre internacional lo recomendable es encontrar a un finlandés con el que confesarse, lo dicen en todas las escuelas de diplomacia el primer día de curso. Le ha pasado a Rajoy y eso que ha hecho un notable esfuerzo por aprender inglés como demostró ante Ángela Merkel, pero cuando uno se sincera le sale el idioma de la madre. Zapatero prefería quedarse anestesiado y con cara de sueño en el sillón, porque Zapatero no sabía que podía dialogar con el finlandés en español con total desparpajo.
Y, cotilleo al margen, lo que le preocupa a Rajoy es que le van a montar una huelga general cuando anuncie unas medidas que desconocemos en España pero que él aventura que serán difíciles desde Bruselas. Y todo se lo cuenta al finlandés que ponía cara de póker descubierto. Por supuesto no andaba muy lejos un micrófono porque las cumbres europeas están llenas de micrófonos que están a la que salta, y desde que no acude Berlusconi están muy aburridos. Rajoy habrá aprendido que mucho más conveniente que saber hablar en cinco lenguas es saber callar en otros tantos idiomas. Gracias a esa indiscreción sabemos que vendrá un ajuste de caballo que va a provocar las iras del respetable, tampoco hace falta ser un experto «marianólogo» para calcular que la reforma laboral será después de las elecciones andaluzas (y asturianas) de marzo.
A Rajoy le preocupa una huelga general que no está convocada; cada uno tiene sus temores, lo mismo le pasa al socio de Urdangarin que ha pedido al juez protección ante «los tomates y los huevos» que previsiblemente le van a llover en su entrada a la Audiencia de Mallorca a la que acudirá a testificar. El socio no sabe del tamaño de los tomates, ni de la puntería de sus lanzadores, pero solicita al juez un edicto-pantalla que le sirva para evitar la tomatina en la entrada y no quedar hecho un adefesio encorbatado. Cada uno maneja sus fuentes y evalúa sus previsiones, las de Rajoy son una reacción en la calle pero con unos sindicatos que viven sus horas más bajas, si lanzaran tomates no llegarían ni a la verja de La Moncloa.
A todo esto, el micrófono nos ocultó la parte más interesante, lo que respondió el primer ministro finlandés, Jyrki Katainen. No sabemos ni si movió las cejas o abrió los ojos como quien ve llegar un tomate lanzado de cara. Eso sí, supongo que al escuchar al día siguiente a Fátima Báñez decir que la reforma laboral contará con el apoyo todos, Katainen se habrá quedado mucho más tranquilo. Menudo peso se habrá quitado de encima.
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Rafael Martínez Simancas