El Secretario de Defensa León Panetta tiene muchas cosas en su cabeza estos días, desde recortar los presupuestos de la defensa a administrar el repliegue de efectivos estadounidenses regulares en Afganistán. Pero su mayor temor es la creciente probabilidad de que Israel ataque Irán militarmente en los próximos meses.
Panetta está convencido de que hay bastantes probabilidades de que Israel ataque Irán en abril, mayo o junio — antes de que Irán ingrese en lo que los israelíes describen como «zona de inmunidad» para iniciar la construcción de una bomba nuclear. Muy pronto, se temen los israelíes, los iraníes tendrán suficiente uranio enriquecido en instalaciones subterráneas muy profundas para fabricar la bomba — y solamente Estados Unidos podría detenerlos militarmente entonces.
El Primer Ministro israelí Benjamin Netanyahu no quiere dejar el destino de Israel condicionado a la intervención estadounidense, desencadenada con información de Inteligencia de que Irán está realmente construyendo la bomba, que no se ha dado aún.
El Ministro israelí de la Defensa Ehud Barak podría haber indicado la probabilidad de un ataque israelí dentro de poco cuando el mes pasado solicitó aplazar unas maniobras militares norteamericano-israelíes planeadas que culminarían en una fase con munición real en mayo. Barak se disculpó diciendo que Israel no podía destinar los recursos a las maniobras anuales de esta primavera.
Se rumorea que tanto el Presidente Barack Obama como Panetta habrían advertido a los israelíes que Estados Unidos es contrario a un ataque, convencidos de que ello descarrilaría un programa de sanciones económicas internacionales cada vez más fructífero y los demás esfuerzos no militares encaminados a impedir que Irán supere ese límite. Pero la Casa Blanca no ha decidido todavía cómo respondería exactamente Estados Unidos si los israelíes llegan a atacar.
La administración Obama está llevando a cabo intensas discusiones ahora mismo en torno a lo que significaría para Estados Unidos un ataque israelí: si Irán pondría sus miras en los buques estadounidenses en la región o intentaría cerrar el Estrecho de Ormuz, y qué efecto surtiría sobre la frágil economía global del conflicto y el probable repunte fulminante de los precios del crudo.
La administración Obama parece ser partidaria en la actualidad de una política de mantenerse al margen del conflicto, a menos que Irán castigue objetivos estadounidenses, cosa que provocaría una respuesta norteamericana contundente.
Esta política estadounidense, -indicar que Israel actúa por su cuenta-, podría abrir una brecha como la de 1956, cuando el Presidente Dwight Eisenhower condenó un ataque europeo-israelí contra el Canal de Suez. Para complicar las cosas están las presidenciales de 2012, donde los candidatos Republicanos reclaman a gritos un apoyo norteamericano a Israel más firme.
Los funcionarios de la administración advierten que Teherán no debería llevarse a error: Estados Unidos tiene un compromiso de 60 años con la seguridad israelí, y si los centros de población israelíes son alcanzados, Estados Unidos consideraría obligado salir en defensa de Israel.
Se rumorea que los israelíes están convencidos de que un ataque militar podría ser limitado y contenido. Los israelíes bombardearían las instalaciones de enriquecimiento de uranio de Natanz entre otros objetivos; un ataque contra las instalaciones de enriquecimiento subterráneas de Qom sería más difícil desde el aire. Los iraníes tomarían represalias pero los israelíes dudan de que fuera una andanada desbordante, con proyectiles lanzados desde posiciones de las fuerzas de Hezbolá en el Líbano. Un cálculo israelí dice que el estado judío tendría que absorber 500 bajas.
Los israelíes señalan la ausencia de respuesta en 2007 por parte de Siria a un ataque israelí contra un reactor nuclear ubicado allí. Los iraníes podrían manifestar contención similar, a causa del temor a que el régimen corriera peligro a consecuencia de una guerra abierta. Algunos israelíes han equiparado también un ataque a Irán con la operación de rescate de rehenes de 1976 en Entebbe, cosa que se acompañó de un cambio de régimen en Uganda.
Se rumorea que los líderes israelíes aceptan, y hasta celebran, la perspectiva de actuar en solitario y manifiestan su resolución en un momento en que su seguridad se está viendo minada por la «Primavera Árabe».
«Permanecéis al margen, y nos dejáis hacerlo», se rumorea que habría aconsejado a Estados Unidos un funcionario israelí. El escenario de «intervención rápida» da por sentadas unas cinco jornadas de ataques israelíes limitados, acompañadas de un alto el fuego arbitrado por la ONU. Se rumorea que los israelíes reconocen que el daño al programa nuclear sería modesto, exigiendo otra intervención dentro de unos años.
Las autoridades norteamericanas consideran que hay dos formas posibles de disuadir a los israelíes de un ataque así: Teherán abre de una vez negociaciones serias en busca de una fórmula para garantizar de forma verificable que su programa nuclear sigue siendo civil; o Estados Unidos escala sus operaciones encubiertas encaminadas a erosionar el programa tanto que los israelíes deciden que la intervención no es necesaria.
Los funcionarios estadounidenses no creen que Netanyahu haya tomado la decisión definitiva de atacar, y destacan que altos funcionarios de la Inteligencia israelí siguen siendo escépticos con el proyecto. Pero los altos funcionarios estadounidenses veteranos dudan de que los israelíes se estén tirando un farol. Temen una intervención balística en primavera y las consecuencias imprevistas de ella.
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David Ignatius