No hacía falta la Reforma Laboral del PP, que más que una reforma laboral parece un ajuste de cuentas, para terminar de hacer insufrible la relación de la mayoría de los españoles con el trabajo. Diríase que éste se establece definitivamente, con la Reforma, no como un derecho regulado, sino como una dádiva o un premio que patronos y empresarios otorgan al ciudadano siempre que la legislación sobre el particular les beneficie absolutamente, al tiempo que despoja al trabajador de lo único que, en el fondo, atesora como propietario: la dignidad. Con ello, el español galardonado con un empleo puede darse, por muy leoninas y esclavizadoras que sean las condiciones laborales, con un canto en los dientes, pues fuera de eso, fuera de la caprichosa longanimidad del amo, no quedan sino las sentinas del desempleo, donde, como se sabe, hace un frío que pela y no se concilia el sueño por las noches.
Emblemático de este sindiós que rige el mundo del trabajo en España, y, dentro de él, las relaciones entre empleadores y empleados, es la cada vez más extendida práctica de lo que se ha dado en llamar «Currículum B», con el que el aspirante a un puesto de trabajo se apoca y se presenta como un don Nadie. El «Currículum B» consiste el mentir sobre los méritos y la experiencia laboral del candidato, pero no, como era usual, a la alta, sino a la baja, pues con él se quiere dar la impresión de que uno, por muy doctor en Químicas, licenciado en Filología, ingeniero de Caminos, especialista en ladrillo visto o experimentado buzo que sea, se conformará con el empleo que le den, con cualquier salario y con la jornada de 12 horas que le echen. Como quiera que lo que quieren la mayoría de los empresarios españoles es ganar más, no ofrecer mejores productos o servicios valiéndose de personal altamente capaz, el «Currículum B», al parecer, les tranquiliza y funciona.
Rafael Torres