Tengo la sensación de que cuando gobierna la derecha se alcanza la normalidad. Ahora todo es normal: el PP toma decisiones, hace recortes; la izquierda protesta, chilla y anuncia todo tipo de calamidades por culpa de las decisiones y los sindicatos, por fin mueven el culo, y sacan a los trabajadores a la calle, con protestas inmediatas, contra las decisiones del ejecutivo, por lo que han hecho y por lo que suponen que hará en el futuro. Normalidad.
Lo que no es lógico es que los socialistas hagan recortes, los sindicatos se escondan y la derecha ponga los ojos como platos al ver que la izquierda hace lo contrario de lo que decía y les da razones para la crítica oportuna.
Tampoco es normal que Rajoy, siendo el Presidente del Gobierno, ponga la fecha de la huelga general que los sindicatos tenían prevista, desde antes de conocer las trazas que tendría la reforma laboral. Lo suyo es que esa decisión la tomen Rubalcaba o Cayo Lara, que son, en definitiva, quienes ponen el grito en cielo.
Nos hemos instalado en la normalidad. Siempre es bueno que quienes trabajan y madrugan para hacerlo, vuelvan a encontrar a esos sindicatos que se les veía poco y tímidamente cuando se produjo la reducción real de sueldos a los trabajadores, porque los funcionarios también son trabajadores. O cuando las pensiones empezaron a correr peligro. O cuando los recortes, que los hubo, no daban resultado frente al paro. Más bien al contrario, el paro se disparaba.
Ahora no. Desde que Rajoy ganó las elecciones, mejor dicho desde que asumió el gobierno, hace algo más de un mes, las exigencias son mayores, urgentes y siempre bajo la sospecha de intenciones ocultas.
No es fácil que las reformas del mercado laboral anunciado por el gobierno del PP ofrezca resultados a corto plazo. Es casi imposible entre otras cosas por la gestión económica que se ha llevado a cabo en los años anteriores. Estamos en una situación tan delicada que hará falta algún tiempo para ir recuperando las posiciones que disfrutábamos en el año 2004. En los últimos ocho años hemos sufrido muchas inclemencias en la economía internacional y nacional como para solucionarlo todo con un cambio laboral hecho por un gobierno que lleva gobernando menos de tres meses. Quizá sería oportuno aplicar aquello de los cien días de margen. ¿o no?.
No seré yo quien defienda la pérdida de derechos laborales que conlleva la decisión gubernamental pero hay que reconocer que ruboriza un poco, o debería ruborizar, eso de dar tanto margen al gobierno que ha creado más de cinco millones de parados y ha dejado a la juventud fuera de juego y ser tan rigurosos y estrictos con quienes se acaban de asomar a las decisiones del Consejo de Ministros.
Está bien que el ejecutivo sienta la amenaza del castigo que le espera si no responde a las expectativas creadas, pero también sería conveniente el ofrecimiento de esa ayuda necesaria para salir de un callejón tan pequeño y tan estrecho como éste en el que estamos metidos.
No sé si Rajoy y su gobierno llevarán razón en su intención de reducir el paro y mejorar la situación del país, pero su éxito será el de todos. Y por el bien de todos es mejor que las cosas salgan bien, las haya hecho la derecha o la izquierda.
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Pedro Fernández