En los últimos tiempos escuchamos constantemente que las empresas españolas tienen que mejorar su competitividad, entendiendo por tal la capacidad de generar la mayor satisfacción en los consumidores al menor precio posible.
Es la competitividad, por tanto un concepto que engloba a otro que oímos también con profusión en los últimos tiempos que es el de productividad, que hace referencia a la cantidad de producción obtenida en relación a una cantidad de factor empleado en su obtención.
Mucho hemos oído comentar acerca de la importancia de que los salarios no crezcan por encima de la competitividad e incluso de que mengüen, con el objetivo de mejorar la competitividad en el mercado de las empresas españolas.
Dicho todo lo anterior resulta sorprendente que el coste de la infraestructura de almacenamiento gasista en la costa de Vinaroz, conocida como «Pozo Castor» haya triplicado el coste de producción comprometido, pasando de un proyecto de alrededor de 500 millones de euros a los 1.300 millones. Sus propietarios son ACS con el 65% del capital y Escal UGS con el 35%.
Este depósito de gas, construido sobre un antiguo pozo petrolífero, fue concebido como un seguro contra la ruptura de suministro en gas de nuestro país, dando una autonomía de consumo de alrededor de 50 días y buscando una reducción del precio de gas que llega por vía marítima. Por ello fue recogido dentro de la Planificación Estratégica de los Sectores de Electricidad y el Gas 2008-2016 del Ministerio de Industria con la categoría de urgente.
Este encarecimiento de la construcción o bien incrementará el recibo gasista a las industrias y a los grandes consumidores de manera inmediata o bien traerá consigo un incremento del déficit de tarifa que tendrá que sufragarse más adelante. Cualquiera de ambas situaciones, se traducirá en un aumento de los costes de la energía para nuestras empresas y una consecuente pérdida de competitividad de las mismas. Vuelve a llover sobre mojado.
Me pregunto ¿de qué nos sirve todo los esfuerzos para mejorar nuestra productividad para que nuestras empresas sean más competitivas si no los hacemos en todos los elementos que forman parte del coste de producción con la misma intensidad? ¿Acaso los esfuerzos para ganar competitividad en el seno de las empresas sólo deben hacerlo los ciudadanos anónimos a base de sacrificios? o ¿Tendrá algo que ver que el todopoderoso D. Florentino Pérez esté detrás de este asunto?
Da la impresión de que no se utiliza la misma vara de medir para todo el mundo.
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José Luis Martín Miralles