Las metáforas deportivas del asesor Gene Sperling chirriaron con tanta frecuencia durante la presentación de los presupuestos de la Casa Blanca que hay dudas de que no estuviera preparado.
El responsable del Consejo Económico Nacional de Obama se presentó a la rueda de prensa de la tarde de los lunes con un repertorio entero de clichés atléticos. «Estamos convencidos de que la actividad industrial superará su peso a nivel económico», decía, y la política comercial de la administración «va a equilibrar el marcador frente a los países de todo el mundo».
Sperling, que ocupó el mismo cargo con el menos deportivo Bill Clinton, decía que las políticas de su jefe amante del baloncesto son «tan complementarias como un buen pase, un buen lanzamiento o un buen despliegue para un equipo de béisbol — o ajustando a la temporada, un buen lanzamiento, un buen pase y un buen juego».
Hacia el final de la sesión con la prensa, Sperling simplemente leía el marcador. «De manera que me parece que este presidente ha estado totalmente a la altura», concluía.
Toda la charla deportiva se resume en una mala salida, o a lo mejor en una jugada de defensa, porque el verdadero juego que estaba librando la Casa Blanca era el balón prisionero: esquivar cualquier cosa medianamente parecida a una propuesta presupuestaria seria.
Los presupuestos de la Casa Blanca para el ejercicio fiscal 2013 empiezan con una promesa rota, suman unos supuestos legislativos muy raros, añaden unos cuantos pronósticos color de rosa y maquillan toda clase de decisiones dolorosas. Hasta en esas circunstancias, la propuesta suma más de 1 billón de dólares a la deuda nacional de lo que contemplaba Obama hace unos años — y no se contempla en el Capitolio, donde ni siquiera los Demócratas del Senado tienen planes de sacar los presupuestos adelante. Es, en otras palabras, justamente lo que se supone que iba a ser: un documento electoral.
La oposición cogió la metáfora de Sperling y le dio cancha. «Ha vuelto marcar», decía el congresista Republicano de Wisconsin Paul Ryan, secretario del Comité Presupuestario de la cámara.
En realidad era más bien un pase, y Ryan era el que recibía: él pretende presentar sus propios presupuestos en las próximas semanas, y es probable que incluyan importantes privilegios fiscales a las rentas altas y profundos recortes en los programas sociales — dando a Obama la munición que necesita de cara a la campaña de otoño.
Pero como redactor de presupuestos, Obama decepciona. El colectivo Comité por unos Presupuestos Federales Sensatos, aunque ofreciendo unas cuantas palabras amables destinadas a la propuesta del presidente, decía que los presupuestos «estabilizan a duras penas la deuda — y a niveles demasiado elevados».
Los presupuestos incluyen cientos de miles de millones de dólares en gastos públicos nuevos. Sitúan déficits que superan los 600.000 millones de dólares por ejercicio de la próxima década menos uno, mientras la deuda pública crece hasta los 18,7 billones de dólares.
Como tal, la presentación no podría haber sido más política ni incluyendo globos. Después de que Obama pronunciara su discurso presupuestario, Jeffrey Zients, director de presupuestos en funciones, comparecía con sus colegas en el Eisenhower Executive Office Building para deshacerse en elogios a los presupuestos.
«Como alguien de negocios», decía, «estoy convencido de que los presupuestos del presidente realizan las inversiones acertadas… Esto es bueno para el sector privado».
Con un traje a medida, una corbata morada y una camisa con puños para la interpretación, el multimillonario consultor señalaba que los presupuestos son mucho más sensatos que un límite presupuestario «imaginario» dentro del cual todas las bajadas tributarias acaban siendo permanentes.
Zients daba paso a una colega, la directora del Consejo Legislativo Nacional Cecilia Muñoz, que anunciaba que se dispone a «examinar el pilar de la educación». Muñoz acompañaba sus explicaciones diciendo que «con la educación, hay tres o cuatro canastas».
Pero la prensa no quería oír hablar de defensas ni de canastas. Caren Bohan, de Reuters, preguntaba por la promesa de Obama al llegar a la Casa Blanca, la de bajar el déficit a la mitad al final de su legislatura. Zients y Sperling se miraron mutuamente e hicieron una pausa. «Cuando el presidente llegó a la administración, sabíamos que las cosas no iban bien, pero no nos dimos cuenta de lo mal que estaban realmente», respondía por fin Zients.
La periodista del Washington Post Lori Montgomery preguntaba por la razón de que la deuda proyectada hubiera crecido 1 billón de dólares desde septiembre. Zients hablaba de «diferencias en el supuesto económico».
Pero esa excusa no se tenía en pie, porque el economista del Economist Greg Ip señalaba que la Casa Blanca está utilizando un optimista pronóstico del 3% para el crecimiento económico en este ejercicio, más de lo que pronostica el sector privado o la Reserva Federal.
Alan Krueger, secretario del Consejo de Asesores Económicos, decía que ese conveniente cálculo se hizo «en el supuesto de que las propuestas del presidente entrasen en vigor» — supuesto que no parece garantizado del todo.
Norah O’Donnell, de la CBS, preguntaba la razón de que la Casa Blanca haya decidido «dar carta blanca a los derechos sociales» en los presupuestos.
«No me parece que tengan carta blanca», respondía Zients.
A nivel técnico, tiene razón. Es más un balón fuera.
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Dana Milbank