jueves, noviembre 28, 2024
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Encrucijada real

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Quienes pasan por expertos en las cuestiones de nuestra Monarquía aseguran que ésta pasa por un mal momento a cuenta del caso Urdangarin. En realidad no hace falta ser experto para saber que la opinión de la calle respecto a la Monarquía está cambiando en los últimos tiempos. Y es que la Monarquía es un anacronismo y las nuevas generaciones no sienten ese vínculo de la generación de la Transición para con el Rey.

El quid de la cuestión es que hasta ahora la opinión pública parecía acomodada a que al frente del Estado hubiera un Rey, pero el que algunos de los miembros de la Casa Real hayan vulgarizado sus conductas acercándolas al del común de los mortales ha provocado que la Monarquía esté perdiendo su magia. Porque al final la pregunta que se hace cualquier ciudadano de a pie es muy sencilla: si los miembros de la Familia Real se casan con quien quieren, hacen lo que quieren, y se comportan como los demás ¿por qué tienen que tener privilegios que no tienen el resto de los mortales? Y esa es una pregunta recurrente en la calle agudizada por el caso Urdangarin.

Uno no se puede convertir en «príncipe» o «princesa» de la noche a la mañana porque sencillamente no es creíble, y eso, el pueblo llano lo sabe. Pero, además, a la gente le resulta insoportable que quienes tienen privilegios crean que, además, pueden actuar con cierta impunidad.

En nuestro país, hasta ahora, los medios de comunicación han mantenido una actitud de respeto y consideración para con la Casa Real y sus miembros, una especie de autocensura cuyas costuras empiezan a descoserse. La realidad es que en estos momentos la institución monárquica está en una encrucijada y su futuro será consecuencia de los aciertos o errores en las decisiones que adopte en estos momentos.

En mi opinión, la Monarquía de don Juan Carlos ha cumplido con creces durante estos años. Se ha repetido hasta la saciedad, pero es así, que el Rey se ganó el derecho a reinar aquella funesta noche del 23 de febrero de 1981 cuando Tejero intentó el golpe de Estado. Pero sería injusto circunscribir las acciones positivas de don Juan Carlos a ese único momento. El rey supo navegar la Transición y fue una de sus figuras claves precisamente por su apuesta decidida por la democracia y la libertad. Por eso, resulta ofensivo que últimamente haya algunos «cortesanos» de nuevo cuño que aseguran con gran frivolidad que será Letizia Ortiz quien salve la Monarquía. ¡Hombre no!. Si a la Monarquía la puede salvar alguien es el Rey, que es precisamente quien ha trabajado por ella desde que era un niño, y ha sido quien durante todos estos años ha sabido estar a la altura de las circunstancias, a las que se tenía que ir enfrentando y que en el momento actual vuelve a dar muestras de saber navegar en aguas más que turbulentas.

Yo creo sinceramente que don Juan Carlos y doña Sofía han cumplido con creces su papel institucional y, además, se han sabido ganar el afecto y el respeto de los ciudadanos. Pero ellos son ellos y otra cosa es el resto de su Familia. Nadie pone en duda que el Príncipe don Felipe está bien preparado para en el futuro suceder a su padre, pero… no me extenderé sobre ese o esos «peros». De la misma manera que las bodas de las Infantas no han sido, a la luz del tiempo, precisamente una buena elección.

La Monarquía está sufriendo un momento particularmente duro y difícil pero no por culpas ajenas sino por el comportamiento de algunos de sus miembros. La entrada en los juzgados de Iñaki Urdangarin es un golpe duro para la Familia Real porque, se quiera o no, deteriora la imagen de ésta, por más que todo el mundo es inocente hasta que no hay una sentencia judicial que diga lo contrario. Pero la realidad es que todo lo que se viene publicando sobre los negocios de Urdangarin, el entramado societario, las cuentas en el extranjero, las facturas falsas, etc, están provocando escándalo en la sociedad. Como también provoca escándalo que Urdangarin se haya alojado en Marivent durante los días que ha tenido que acudir al juzgado de Palma.

De manera que la Casa Real vive una doble crisis, la familiar y personal, porque al fin y al cabo hay un dolor personal por lo que están afrontando, amén de los efectos que los comportamientos «humanos» y «mundanos» tienen en la institución.

Puede que la Monarquía tenga que reinventarse para superar esta crisis, lo que es obvio es que habrá un antes y un después del caso Urdangarin, y que en la opinión pública se está produciendo un cuestionamiento lento, pero en aumento, de la institución. Ignorar este hecho sería una estupidez por parte de quienes verdaderamente son monárquicos, o aún no siéndolo, comparten la idea de que la Monarquía puede cumplir un papel central en nuestro Estado como lo ha desempeñado con acierto hasta el momento.

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Julia Navarro

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