miércoles, noviembre 27, 2024
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Los Republicanos tienen que controlar la ira

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«¿Cuántos de vosotros», preguntaba el analista político estadounidense Scott Rasmussen a los reunidos el pasado fin de semana en la Conferencia de Acción Política Conservadora, «habéis ridiculizado u os habéis burlado del llamamiento del presidente a la esperanza y el cambio? Levantad las manos».

La mayoría de los presentes en la sala del Marriott Wardman Park levantaron sus manos. Hubo pitidos y silbidos.

«Con todo respeto», les decía el tertuliano y asesor conservador, «me gustaría decir que es algo realmente estúpido».

Esta vez hubo risas incómodas. «El votante busca tanta esperanza y cambio hoy como en 2008», explicaba Rasmussen, y «tendríais que estar animando a los candidatos Republicanos, a los que apoyéis, a ofrecer ese paso positivo al frente».

Rasmussen había puesto el dedo en un importante problema para el Partido Republicano en 2012, y para los conservadores en particular: en un momento en el que el ánimo nacional ha empezado a remontar, ellos permanecen en medio de lo que el exvicepresidente Spiro Agnew llamaba la superficial prominencia del negativismo. En el Comité la pasada semana, cualquier atisbo de «paso positivo» era enterrado en ataques ácidos, vertidos unos contra otros y, sobre todo, contra el Presidente Obama.

Esto funcionó bien a los Republicanos en 2010 porque encajaba con la tónica pesimista del electorado. Pero ahora, con el optimismo y la confianza por fin remontando, a los Republicanos les queda un problema de gestión de la ira. Se arriesgan a dar la impresión de que ponen obstáculos a la recuperación económica.

Véase, por ejemplo, el discurso al CPAC pronunciado por Mitch McConnell, que como secretario Republicano en el Senado es una de las voces más importantes, y adultas, de su formación.

Entre las críticas de McConnell a la administración Obama: «hizo un arte del ataque orquestado»; «perseguirá a cualquier particular u organización que piense que se interpone en su camino»; «soltará a los gamberros progres» contra los rivales; «utilizó los recursos del propio Estado para intimidar o acallar a los que cuestionan o se oponen a la administración»; practica «el ataque a los particulares o grupos por el presunto delito de sacar algún beneficio»; se adjudica la labor de «examinar minuciosamente las declaraciones fiscales de los demás»; y no tiene prioridad más elevada que «ir a por Fox News».

La indignación implacable de la sala era una ampliación de lo que viene sucediendo en la campaña. En la semana anterior a las primarias Republicanas de Florida, el 92% de la publicidad electoral fue negativa, según Campaign Media Analysis Group. Sólo hubo un anuncio positivo a favor de Mitt Romney — y fue en español.

El mensaje pesimista contribuyó a la escasa participación y a la diferencia de movilización entre los votantes Republicanos — acontecimiento preocupante del que el periodista del Washington Times Ralph Hallow trataba de advertir a los presentes en el Comité Conservador. «Odio decir esto en una Conferencia Conservadora, pero no considero particularmente alentadoras ninguna de estas cosas», decía durante uno de los grupos de trabajo. «El afán y el entusiasmo electorales están ahora del lado de los Demócratas».

En el mismo grupo, el activista conservador Ralph Reed sostenía que «ser anti-Obama no va a bastar… Hemos de tener un programa de reforma conservador positivo y positivista».

Pero por el momento, el mensaje sigue siendo negativista y negativo. El congresista Republicano de Iowa Steve King se valió de su discurso para afirmar que «se nos está viniendo encima un estado totalitario» y anunciar la existencia de «efectivos de la Stasi» — referencia a la policía secreta de Alemania Oriental — en el seno de la administración.

El Senador Republicano de Carolina del Sur Jim DeMint afirmaba que «nuestro país nunca ha tenido tantos problemas como los que tenemos hoy y no estoy exagerando». El presidente de la cámara John Boehner recordaba su postura desafiante contra la reforma sanitaria Obamacare en el pleno: «¿Os acordáis de lo que dije? Oiga no, ¡you can’t!» Y el antiguo candidato presidencial Herman Cain afirmaba que «los idiotas están echando América a perder».

La congresista Republicana de Minnesota Michele Bachmann llegaba a restar importancia al significado de la muerte de Osama bin Laden, la caída de Moammar Gaddafi y el nacimiento de la Primavera Árabe. Son «éxitos tácticos que no comienzan con el caos que ha creado Barack Obama», decía.

En otro grupo de la Conferencia Conservadora, se pedía a los tertulianos conservadores que respondieran al argumento del columnista conservador David Brooks de que Romney tiene que «disponer realmente de grandes políticas» en lugar de «explotar una mala situación económica».

«No tengo la más remota idea de lo que hablaba», respondía el columnista Cal Thomas.

El edil de San Diego Roger Hedgecock convenía. «Sabemos que esta economía no está remontando», decía.

El secretario conservador en el Senado McConnell se mostraba igualmente pesimista. El dato del empleo más reciente «se registró a pesar de las políticas del presidente, no gracias a ellas», decía a los reunidos en la Conferencia Conservadora. «Ahora es la economía de Obama. Y no vamos a dejar que la gente lo olvide».

No es precisamente el «paso positivo» que hará falta a los Republicanos para ganar en noviembre.

Puede apostarse las esperanzas de Obama a que sus rivales siguen armando revuelo.

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Dana Milbank

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