Me imagino a la condesa consorte de Murillo y grande de España, en la sobremesa del sábado en el salón de su palacete de Madrid, sentada en su sillón de orejas frente a la chimenea viendo como ardían los troncos de encina, con su perrito faldero sobre sus piernas y con una copa de cognac francés en su mano derecha. Después de la comida en familia, para cualquiera que tenga un palacete en Madrid, ver el chisporroteo de los troncos de encina al arder retrepado en un sillón de orejas, con un perrito faldero sobre las piernas y un cognac francés en la mano derecha, debe ser un placer indescriptible.
Y Esperanza Aguirre estaba en esas cuando alguien de su gabinete le llamó para informarle de que Tomás Gómez había sido reelegido secretario general del Partido Socialista Madrileño. Tras colgar el teléfono, dibujó su ya famosa sonrisa del Joker interpretado por Jack Nicholson en Batman, se levantó y se dirigió a la bodega del palacete.
La victoria de Tomás Gómez requería una escenificación aunque solo fuera en la intimidad de la familia. No era para menos.
Esperanza Aguirre, sin mover un dedo, se ha garantizado otros tres años sin oposición en la Comunidad de Madrid, donde podrá seguir haciendo y deshaciendo a su antojo. Salvo que Rajoy le ponga freno o los madrileños se aburran –que no parece que sea el caso- con Tomás Gómez otros cuatro años al frente del PSM, la lideresa se podrá jubilar en la Puerta del Sol.
Con escuchar al socialista antes y durante el congreso se percibe la inmovilidad del socialismo madrileño, una quietud en la que el partido lleva alojado desde hace dos décadas como mínimo, y en la que parecen haberse acomodado. Según lo visto, su verdadera vocación es la de seguir siendo oposición. Un partido que reelige a Tomás Gómez está condenado a seguir siendo espectador de la política madrileña. Después de la gestión durante cinco años al frente del PSM, me sigo preguntando qué vieron en Parla para que fuera el alcalde más votado de España. Mientras su discurso hacia el electorado es hueco e insustancial, sus maneras en el partido, pero sin la gracia andaluza de Alfonso Guerra, son las de que “el que se mueva no sale en la foto”. Así ha gobernado el Partido Socialista de Madrid y –quisiera equivocarme- así lo seguirá gobernando. Tras su victoria en el congreso madrileño no estaría de más que escuchara sus propias palabras cuando se vio entre los perdedores del 38 congreso federal del PSOE y dijo aquello de que «cada uno tiene un concepto de lo que es la integración y éste es el concepto que tiene Rubalcaba». Habrá que ver cuál es su concepto de integración con la candidatura de Pilar Sánchez Acera. Sea cual sea, lo único que parece interesarle a Tomás Gómez es el control de su partido porque tiene asumido que su papel no irá más allá de seguir siendo oposición. Es su único horizonte.
Una pena. Y una alegría para Esperanza Aguirre.
Cuando la condesa consorte de Murillo y grande de España volvió de la bodega de su palacete, seguía con la famosa sonrisa del Joker interpretado por Jack Nicholson en Batman dibujada en su cara. Se volvió a retrepar en su sillón de orejas, recogió a su perro faldero en sus piernas, se mojó los labios con el cognac francés, con las tenazas cogió un ascua de la chimenea y se encendió el puro que había ido a buscar a la bodega.
La ocasión lo merecía. Seguiría sin alternativa.
Y eso merecía fumarse un puro. Y tan contenta.
Alfonso García