— La gente que ha trabajado en la Casa Blanca es muy consciente de dos brechas.
La primera es la brecha entre las obsesiones de los medios convencionales y los retos del país. De forma que Rick Santorum explica sus opiniones de la píldora y de Satanás mientras los inspectores nucleares abandonan Irán sin alcanzar los objetivos, y el presidente vuelve a entrar en la Sala de Estrategia para evaluar sus opciones malas.
La segunda brecha se da entre la información clasificada en posesión de la Casa Blanca y el desconcierto confiado de los tertulianos. La gente que toma decisiones difíciles a tenor de Irán sabe cosas que nosotros no sabemos.
Pero unas cuantas cosas pueden afirmarse con seguridad. Al construir una amplia coalición internacional contra Irán y aplicar sanciones eficaces, la administración ha elevado el riesgo de confrontación. Más exactamente, ha construido una coalición amplia a base de elevar esos riesgos. Tras un período de ingenuidad inicial, la administración llegó a la conclusión de que los gestos de persuasión no iban a bastar a la hora de contener las ambiciones nucleares de Irán. La única esperanza es la imposición de costes que Irán no se pueda permitir. Las sanciones resultantes están pesando. Pero habiendo defendido la urgencia y la intervención concertadas, será difícil que el Presidente Obama diga al mundo «no pasa nada» y optar por una estrategia que acepte el ingreso iraní en el club nuclear.
Las sanciones pueden no haber hecho que Irán retroceda, pero el enfoque no se ha agotado aún. Es interesante dar otro giro de tuerca reduciendo las excepciones y exenciones significativas. Los iraníes se han valido tradicionalmente de los encuentros diplomáticos como forma de debilitar las sanciones a cambio de la promesa de mantener más encuentros. Una negociación llevada a cabo por América y Europa que alivie la presión exclusivamente como recompensa por obedecer enviaría una señal definitiva de seriedad.
La historia de las negociaciones con Irán aconseja un optimismo cauto. En caso de fracaso, la reacción de uno es la que más importa. Y Obama tiene que tener clara la decisión antes de que la indecisión empiece a limitar sus opciones.
El presidente probablemente reconozca que la contención de un Irán con armamento nuclear no es una opción seria, porque los defensores de este enfoque están confundidos en torno al significado de contención. Obama podría dejar claro que un ataque nuclear iraní contra América produciría la muerte de todo ciudadano iraní. La promesa de la destrucción garantizada disuadiría de un ataque frontal a territorio estadounidense. Pero ello no contiene a Irán. Tras un escudo de uranio, el régimen iraní elevaría su apoyo al terrorismo y desestabilizaría a los vecinos, que encontrarían muy deseable tener un disuasor nuclear propio. ¿Y cómo sería mínimamente creíble la promesa de futura contención? Si los países occidentales no hacen nada antes de que Irán tenga un arsenal nuclear, ¿cómo van a estar más decididos después de que Irán lo tenga? Permitir un Irán nuclear se traduciría en que todo hijo de vecino, Israel y América incluidos, se estaba tirando un farol — todos menos Irán.
Obama no puede no hacer nada. Pero no es aconsejable ni práctico iniciar una campaña naval y aérea convencional a varias semanas. Así que el asesor de seguridad nacional, el secretario de defensa y los funcionarios de Inteligencia tienen que proporcionar a su superior algo mejor que esta decisión doble y mala. Tienen que identificar un abanico de opciones intermedias. Un desconocido virtuoso ya viene llevando a cabo ataques informáticos contra el programa nuclear iraní y poniendo sus miras en científicos clave. ¿Existen otras formas — que oscilen entre la intervención abierta y los ataques encubiertos — de desactivar o destruir unas cuantas instalaciones clave, incluyendo los dos enclaves iraníes de enriquecimiento de uranio?
Una intervención encubierta sería lo mejor — al dar a los grupos y gobiernos de Oriente Próximo la excusa para responder en mínimos. Pero negar la mayor puede no ser posible en una operación de esta escala. Se trata de una valoración militar que ningún profano puede hacer de forma segura.
Un ataque limitado, es cierto, sólo ganará tiempo. El mensaje, sin embargo, sería bastante claro: si sigues adelante, lo volveremos a hacer. En el ínterin, un régimen opresor y cada vez más desesperado podría perder su control sobre el poder.
La cooperación estrecha con Israel a la hora de diseñar un ataque selectivo contra las instalaciones de enriquecimiento sería un beneficio añadido. Si los israelíes están convencidos de que América — tras un último empujón diplomático — habla en serio a la hora de impedir que Irán obtenga armas nucleares, Israel sería menos dado a llevar a cabo la intervención rápida por su cuenta. La resolución norteamericana es la mejor garantía de la paciencia israelí.
Obama quiere ser famoso por poner fin a conflictos largos. Pero no ha manifestado ninguna duda en lo que se refiere a las operaciones más cortas de corte israelí. Es un militarista de las operaciones especiales, un especialista militar de los vehículos no tripulados. Irán debería de tomar en serio este hecho al calcular su próximo movimiento.
Michael Gerson